Pasan los meses y hemos banalizado la pandemia. Con la llegada de las vacunas y la activación de la economía hemos pasado a segundo lugar el virus.

Jueves a mediodía, empiezo a encontrarme mal y lo achaco al exceso de trabajo. Tras varios días, el domingo acudo a Urgencias y me confirman que soy positivo. No contento con ello, mis hijos dan positivo también. Empieza mi calvario. Además de tener que estar confinado con dos niños pequeños, tengo fiebre, muchísimo cansancio, dolor en las piernas, he perdido el gusto y el olfato y me duele la cabeza. El apetito se pierde y solo quieres estar en la cama. ¿Dicen que es como una gripe? Pues no sé qué tipo de gripe, pero yo nunca había estado así. Por sino fuera poco, tengo que estar agradecido porque de momento la saturación de oxígeno en sangre la tengo en buen nivel.

Puse todos los medios a mi alcance, mascarilla siempre y buena, gel a diestro y siniestro, espacio social y ventilación, pero no sé cómo lo he podido coger, supongo que de la manera mas inesperada.

Estando postrado en mi cama, veo cómo la gente se manifiesta por unas decisiones judiciales de que un rapero tiene que entrar en prisión y pienso: ¿Esto es lo más importante que tiene la gente en la cabeza? Como no estoy de acuerdo con el sistema, ¿cometo actos vandálicos y atentados delictivos a modo de protesta? ¿Así se cambian las cosas? Mientras veo a un individuo tirando una piedra a unos policías yo estoy aquí, pendiente de la saturación, pensando que será de mis hijos si me tienen que ingresar, porque elementos como este no saben demostrar sus ideas de otra manera.

Es la primera vez que cojo una baja en toda mi vida, trabajo desde los veinte años, no me ha sido la vida nada fácil, y ver cómo estos niñatos juegan a intentar causar lesiones graves a la policía, con políticos e intelectuales aplaudiendo esta forma de queja, no puede más que producirse una repulsa absoluta; ya lo decía Hobbes «el hombre es lobo para el hombre», pero realmente yo añadiría «el hombre es gilipollas».