Hace unos días el Museo Nacional de Arte de Noruega desvelaba el misterio que envolvía la obra más famosa de Edvard Munch de 1893. La inscripción de la esquina superior de 'El Grito', descubierta en 1904, salió de su propia mano. "Esto solo pudo haber sido pintado por un loco" fue una confesión del artista, no un acto vandálico como se pensó inicialmente.

Vaya chasco. Qué manera de descafeinar la historia. Mucho más interesante hubiera sido que el autor de esa anotación fuera un amigo de Munch, decepcionado, celoso de su éxito y reconvertido en su mayor detractor. Harto de intentar comprender la expresión artística de su colega, decidió 'grafitear' el trozo de cartón pintado en óleo, temple y pastel.

Según el análisis caligráfico, parece que el propio Munch habría escrito esas palabras en el cuadro después de exponerlo y escuchar que solo podía ser fruto de un enfermo mental. Quizá utilizara el mismo lápiz con el que se desahogaba en sus diarios. En los que anotó que 'El Grito' nació de un arrebato de melancolía. Algunos estudiosos de su obra creen que es algo más, el reflejo de un susto. El que le habría producido la naturaleza.

Cuando una teoría imaginada y sugerente se desmonta nos deja una cierta sensación de decepción, de vacío. Por eso hay quien prefiere ignorar las evidencias que vulgarizan una historia y mantenerse en la nebulosa de lo esotérico enganchado a las piezas que no acaban de encajar.

Algo parecido deben sentir los lanzadores de teorías conspiranoicas sobre la pandemia. La última en sumarse, la actriz Victoria Abril con unas controvertidas declaraciones. “Esto es una plandemia”, “somos cobayas, metiéndonos vacunas que son experimentos sin probar”. Menos mal que existen personas así que nos sacan a la mayoría de nuestra ignorancia al creer que la gente está muriendo infectada por coronavirus, las vacunas sí han sido testadas en humanos y las mascarillas previenen contagios. Qué necedad la nuestra.

Puede entenderse que reproduciendo estos mensajes falaces e irresponsables colaboramos a su amplificación. No lo sé. El hecho es que existen, hablemos o no de ellos. Lo que es intolerable es que semejantes barrabasadas queden impunes, al menos, mediáticamente. Estos movimientos negacionistas encuentran razones para rechazar las evidencias científicas pero no, en cambio, para aceptar lo desconocido. Ven con buenos ojos el dicen, creen o está por ver pero, en cambio, no admiten las explicaciones fruto de ensayos clínicos y estudios de investigación. Les parecen extravagantes y malintencionados. Menudo invento eso de la ciencia. Ya si eso, tal.