Hace unos días hemos recordado los lamentables hechos que conocemos como 23-F. Al cumplirse los cuarenta años, una cifra redonda, el eco de aquel lunes de febrero ha sido mucho en la mayoría de los medios de comunicación. Y en algunos ha sido citado el general Pinilla.

Aprovechando que en unos días, el domingo 21, se cumplirán cien años de su nacimiento, podría ser un buen momento para recordar a este militar atípico y excepcional persona.

Su padre, Antonio Pinilla Barceló, está en los libros de historia ya que para los sublevados el 18 de julio de 1936 fue el héroe de Simancas, acuartelamiento situado en Gijón (Asturias) que él mandaba y que se unió al levantamiento, falleciendo en su defensa contra las fuerzas leales al gobierno. La profesión y muerte de su padre le marcarían toda su vida, en la elección de su futuro, como oficial del ejército, y en el permanente recuerdo que le hicieron algunos mandos al no sancionarlo, «por ser hijo de quien eres», al no seguir con exactitud las directrices políticas de la época.

A pesar de su juventud combatió en la guerra civil, primero como soldado y posteriormente como alférez provisional. El mecanismo ideado por el franquismo para integrar en el nuevo ejército a los que cumpliesen ciertos requisitos, las academias de transformación, le permitió convertirse en teniente de Infantería. A pesar de esta decisión, eligiendo una profesión vocacional, siempre tuvo una marcada inclinación hacia la religión, logrando compatibilizar durante toda su vida ambas facetas, unidas por su relación con la juventud.

Los falangistas tuvieron un enorme protagonismo en la vida española durante el franquismo, especialmente en los primeros años, y uno de ellos, teniente coronel Agullá, jugará un papel muy positivo en el desarrollo personal y profesional de Luis Pinilla. Le invitó a formar parte, como director, de un proyecto de formación al objeto de preparar a muchachos para el ingreso en las academias militares de oficiales. Casi diez años, en dos sedes distintas, duró esta iniciativa que dio paso a otra mucho más personal, alejada ya de Falange, y a la que dio el nombre de Forja, palabra que desde entonces identificó a quienes, hubiesen estudiado allí o no, se identificaron con los ideales que defendía Pinilla. Acabó mal este proyecto pues desde el régimen no podían aceptar que alguien difundiera ideales alejados del franquismo. La orden de cierre, pasados poco más de dos años, fue fulminante. Los siguientes los dedicó, además de a sus obligaciones en el cuartel, a estudiar la carrera de psicología, lo que llevaría, años más tarde, a dirigir la escuela de esta especialidad en el ejército.

Tanto en sus primeros años de docencia como en los cursos de psicología a oficiales fue sembrando un germen que cuajaría en la UMD. Aunque orgánicamente nunca se integró en la asociación, sin su magisterio y ejemplo no hubiese existido. En el momento más crítico de la misma, causa 250/75 de la jurisdicción militar, que procesó a 9 oficiales y que terminó expulsando de las FAS a 7 de ellos, participó como abogado defensor de Jesús Martín-Consuegra, demostrando valentía al quedar señalado por muchos de sus compañeros como úmedo, es decir, contrario al régimen franquista. El fallecimiento de Franco y el que Gutiérrez Mellado estuviese en el gobierno al frente de Defensa dieron un vuelco a su futuro militar. Ante un más que seguro fin como coronel, fue ascendido al empleo de general.

Participación claramente antigolpista

Sobre el 23-F baste recordar su participación claramente antigolpista en Zaragoza, donde estaba destinado al frente de la Academia General Militar. Es en esta ciudad y en Madrid donde su faceta de apóstol laico tuvo un mayor desarrollo. Los centros y clubs de juventud fueron su principal objetivo. Tratar de inculcar a los más jóvenes los valores cristianos le llevaron a organizar con personas de las mismas ideas estos lugares de reunión. En Zaragoza Pepe Pelegrín, Manuel Alamán, Josefa Laín, Paco Laguna, Santiago Alonso, entre los más próximos, le ayudaron y siguen manteniendo con vida Anzánigo y la Comunidad Misión Juventud, así como una fundación que defiende su legado. Fue distinguido con el nombramiento de Hijo Adoptivo y una calle lleva su nombre, lo que indica que aquí se le recuerda y quiere.

Puestos a destacar un rasgo de su personalidad, a modo de resumen, yo diría que fue su capacidad de liderazgo. Supo marcar caminos que otros siguieron por la fuerza de su ejemplo y convicción. Para no ocultar nada debo decir que algunas de las reformas que trató de impulsar en la docencia de la AGM no fueron entendidas ni bien recibidas por buena parte de profesores y alumnos del centro.