Madrid reaparece de repente como la matriz o referencia política de una España emergente, caracterizada por la exaltación de la derecha y la izquierda. Ya en Cataluña se ha establecido la exultación paralela, aunque diferenciada entre los radicalismos políticos a derecha e izquierda. La exacerbación de los contrarios lacera así nuestra piel de toro estirada hasta su lidia, a la búsqueda de remedios y remediaciones que articulen los opuestos en una política coimplicativa. Se trata pues de encontrar puentes entre los extremos, puentes representados en Cataluña por el filósofo socialcatólico Salvador Illa y en Madrid por el filósofo socialcatólico Ángel Gabilondo.

En la comunidad de Madrid la derechona está representada por Isabel Díaz Ayuso, una figura independiente y casi independentista asociada a las recientes maneras fascistoides de Donald Trump y socios, de acuerdo a un populismo de derechas. Las formas de la presidenta madrileña resultan olímpicas y apolíneas, de una belleza fría y distante, estéril. Su neoliberalismo individualista ofrece una libertad libertaria propia de un libertinaje celestial, el cual se autoproclama más allá del mundo real.

Ello contrasta deliberadamente con la oposición comunistoide o chavista de Pablo Iglesias, colectivista frente al liberalismo y populista de izquierdas. Pablo Iglesias es la izquierdona y el contrapunto exacto de la presidenta, nacidos el mismo día y año pero a distinta hora. Isabel es una musa flotante y melopeica, mientras que Pablo es un museo informe afincado en el inframundo, así pues en los ínferos oscuros de la tierra, cohabitada por una turba asamblearia. Si Apolo el celeste es el patrón de Ayuso, Dioniso el terrestre es el patrón de Iglesias, acompañado por el feminismo de las bacantes.

Centro centralista

Entre ambas figuras a derecha e izquierda se ubica el debilitado centroderecha de Ciudadanos, representando el centro centralista y un medio no mediador ni remediador. Por eso el auténtico medio mediador y remediador lo representa el centroizquierda de Ángel Gabilondo, el cual propone un centro no centralista sino descentrado o escorado a lo social, así como un medio no estático o pasivo sino dinámico y activo, entendido como mediación.

Entre el liberalismo individualista de la derechona y el socialismo comunistoide de la izquierdona, la socialdemocracia defiende al individuo social. Pero el individuo social es la persona, la cual cuadra bien con el personalismo o interpersonalismo cristiano de carácter fraterno de A. Gabilondo, otrora hermano o cofrade religioso.

Es verdad que A. Gabilondo ofrece un perfil un tanto blando pero siempre dúctil, y es el correspondiente a Illa en medio de los lobos temerarios. La filosofía de Gabilondo es una filosofía hermenéutica o interpretativa, en la que el intérprete se pone entre medio (inter) de los contrarios para su articulación dialógica. Por eso el patrón de esta filosofía intercultural no es el altivo Apolo ni el locuelo Dioniso, sino Hermes, el dios de la mediación de los opuestos a través de un interlenguaje que encuentra en el parlamento su ubicación democrática. Así como Salvador Illa se presenta como el salvador de los contrastes en una Cataluña escindida, Ángel Gabilondo se ofrece como el ángel, mensajero o enviado del dios Hermes: en su filosofía la razón abstracta y la verdad pura o puritana se encarnan en el sentido sensible y concreto, real y social, interhumano.