Hay que ser muy feminista para empatizar con Rocío Carrasco Mohedano, la hija de Rocío Jurado y Pedro Carrasco que va a relatar en ocho capítulos su biografía de mujer maltratada por su exmarido. Lo ha empezado a hacer, previo abono, dicen, de un millón de euros, y en el canal de televisión que desde su fundación y hasta el momento ha sido una cloaca de misoginia, grosería y falta de respeto por las mujeres. Para sentir pena por su dolor hay que echarse muchas cosas a la espalda. De las mamachichos hasta nuestros días, en Telecinco, un piélago de mal gusto y sexismo, nunca han tenido empacho en frivolizar con la violencia machista, e incluso sus reality shows la han fomentado, vulgarizado y han aprovechado graves episodios concretos de abusos sexuales para hacer caja y audiencia. La historia de Rocío no decepciona. Trata de aprovechar el tirón de documentales de verdad como Nevenka, de Netflix, que cuenta con todo detalle el calvario de acoso sexual que sufrió la exconcejala de Ponferrada Nevenka Fernández a manos del alcalde. Pero lo de la primogénita de la cantante no es un documental, ni un falso documental. Se trata de una entrevista sin contrarréplica aderezada con imágenes del asedio a que la ha sometido desde que era una adolescente la propia cadena que ahora le paga, y que también le pagó antes por enseñar sus intimidades. Adornada asimismo con los insultos, burlas y sarcasmos que le han dedicado las correveidiles de sus programas, incluido su presunto maltratador, Antonio David Flores, que siempre ha estado en nómina de Telecinco. Ahora, cobran por comentar la jugada. Durante veinte años, para no colaborar con el linchamiento de una mujer a la que se veía frágil, desbordada y enferma, lo mejor era no poner jamás esa cadena. Ahora ocurre lo contrario: hay que ver el espectáculo organizado en su defensa, convertido en un tema de Estado y en un ejemplo para las atónitas telespectadoras. A mí no me representa una ministra de Igualdad que entra en directo en Sálvame como una tertuliana más de la telebasura. Irene Montero podría quintuplicar el presupuesto dedicado a los refugios para mujeres maltratadas, y el de ayudas para remontar sus vidas, a contratar equipos de abogados que las defiendan, a poner más forenses y psicólogos, a entrar a saco con asesores y medios en los cuartelillos y las comisarías que las atienen en primer lugar. Si, como ella y otros políticos que se mueven por donde mandan los audímetros defienden, el ejemplo de Rocío Carrasco va a servir para que muchas mujeres en su situación se animen a denunciar los malos tratos físicos y psicológicos vamos a necesitar más recursos y no solo gestos compungidos para asistirlas. Porque ellas no van a tener un cheque de seis cifras cuando acaben sus escalofriantes relatos, conviene recordarlo. Y una vez consumido el drama de Rocío Carrasco, mejor apagar la tele y no volver por Telecinco.