La pandemia ha condicionado un realismo virulento: un realismo nudo y desnudo (la Realeza ha quedado desnuda).
Tanto la Familia Real como la realidad política han sido condicionadas por el nuevo realismo pandémico: lo real pierde idealidad (el propio Papado se ha despapado en estos tiempos reales).
El nuevo realismo implica una crítica del idealismo: y se explica por la crisis de confianza en el tinglado mundial.
La virulencia de lo real es una violencia que desestructura las viejas estructuras: apelando a urdimbres de sentido menos individualistas y más comunitarias.
El hombre está abocado a la misma turbia suerte final: la suerte está echada y nos echa del mundo.
La cantidad de locoides que pueblan las redes sociales nos están disociando.
La emocionalidad emergente debería propiciar una nueva afectividad: una nueva mutualidad afectiva o aferente.
Estoy a favor de todo querer que conlleve amor: su discriminación resulta diabólica.
La prohibición del amor es el anti-Cristo: la bendición del amor es el Cristo.
Precisamos de nuevas implicaciones y explicaciones: implicarnos para explicarnos y explicarnos para implicarnos.
Implicar la realidad para explicarla lingüística o simbólicamente: humanamente.
Explicar la realidad para implicarla radical o surrealmente.
El ser implica a los seres: los seres explican al ser.
Nuestra vida implica la existencia: la existencia explica la vida.
El mundo implica las cosas: las cosas explican el mundo.
Dios implica al hombre: el hombre explica a Dios.
El amor implica el querer: el querer explica el amor.
Detrás de Dios tiene que estar el amor: camuflado de amante.
Sin Dios la vida no tiene sentido: pero con Dios la vida tiene un sentido que no acaba de obtener.
No podemos asumir solo a Dios y el bien: pero sí a Dios y el diablo ortodoxamente.
Dios y el diablo como bien y mal: correspectivamente.
Baudelaire libera la realidad y la vida de su pura bondad: por eso libera la poesía de la poética idealista, inaugurando así la modernidad.
La poesía como tránsito por el límite del decir: y la música como tránsito por los límites del oír.
La poesía es la dicción al borde del silencio: la música es la audición al borde del calderón silente.
No comprender el mundo = no ser comprendido por el mundo.
Necesitamos un valor vívido para vivir: y un valor oscuro para morir.
La vida es nuestra consciencia: la muerte es nuestra subconsciencia.
Hablamos y hablamos: la realidad es otra y la actuación distinta.
Estamos rodeados de gurús sublimes: en la religión y la política, en la cultura y la psicología social.
Me he movido entre el desierto aragonés y el verdor vasco, entre lo paterno y lo materno: fratriarcalmente.
La impresión de habitar un cuerpo extraño: desterritorializado y frío.
El escorzo del corzo saltando oblicuamente en el espacio terso como cérvido capréolo (capreolus).
Eres mi lectora y coautora en fusión: en ti me fusiono porque tú me trasfundes, en mi te fusiono porque yo te trasfundo.
Estoy legando mucho material escrito a la posteridad: es mi venganza cultural.
El miedo atenaza al más sensible: pero también puedee llegar a insensibilizar.