El proyecto de El bosque de los zaragozanos es una idea magnífica. Pero una cosa debo decir al alcalde y que no le sepa malo: ¿lo dice en serio? Es decir, ¿realmente hay voluntad? No es por ser aguafiestas, es que, ediles, diputados y gobernantes han hecho de mí un descreído con sueños de calderilla, educado en que los políticos dedicaran las campañas a lanzar promesas y, las legislaturas a incumplirlas. Nos encandilan cada cuatro años y nos dejan en paz entre contiendas, hasta que la pandemia trajo una nueva forma de mantenernos entretenidos y es la de apalabrar el futuro más inmediato. Se hará, se vacunará, se estudiará, se implementará, se alcanzará, se financiará, se subvencionará… todo en las próximas semanas. Pasan los días sin que nadie rectifique, siguen conjugando los verbos en futuro, como cuando de niños prometíamos reiteradamente queíbamos a hacer los deberes, siempre al día siguiente.

Acostumbrado a promesas de alcance semanal, me impacta esta cruzada ecologista. Un propósito a diez años, con el mensaje implícito de que el regidor mayor va a cumplir, al menos, tres legislaturas. Repaso la noticia y compruebo que se van a aprovechar riberas y monte seco. Eso es importante. No sería la primera vez que se expropia terreno con fines sociales y, años después, ni colegios ni centros de salud, sino bloques. No me hagan poner ejemplos. Vamos a plantar 700.000 ejemplares de muy diversas especies en 1.200 hectáreas. Digo «vamos» porque se espera que la acción la realicen escolares y jubilados, y sea financiada por asociaciones, empresas y particulares. Es un detalle.

Camino por Zaragoza, tan poco verde, con sus árboles enfermos. A veces, el bosque no nos deja ver el árbol. Miro por la ventana el hueco que dejó la acacia fulminada hará dos décadas, el plátano que sobrevivió a Filomena… y me pregunto si no sería conveniente, antes de emprender semejante hazaña, comenzar a cuidar la floresta que nos viene acompañando desde siempre.

No soy experto, pero veo que se poda mal y a destiempo, que el árbol tronchado no es repuesto, que somos unos dejados, vaya. Si pidieran opinión a los profesionales de parques y jardines, si calculáramos costes y tropiezos, podríamos soñar ese bosque que abrace Zaragoza. De cumplirse el mayor proyecto medioambiental de la historia, me callaría y financiaría el último alcornoque, porque es el árbol con el que me identifico.