El replanteamiento político de Joe Biden acerca del cambio climático ha inspirado una nueva esperanza de cara a combatir uno de los grandes desastres que se ciernen sobre el planeta. En el capítulo medioambiental, el presente es claramente histórico, aunque históricamente hablando los movimientos conservacionistas no comenzaran a operar en serio hasta un pasado relativamente reciente, acabada la II Guerra Mundial.

Ya tardaban, porque la contaminación de la Tierra y su atmósfera se venían agravando a pasos agigantados, día a día, según no han dejado de hacerlo en los últimos cincuenta años. Desde entonces, el renacimiento industrial destinado a la reconstrucción de los países arrasados en la última gran guerra, la conversión en potencias industriales de países del segundo mundo, como China, los accidentes nucleares y vertidos petrolíferos, o la postrera explotación de las colonias han combinado tal hemorragia contaminante que cielos, ríos, mares y tierras han pasado a estar seriamente amenazados.

El fotógrafo de Minamata, la nueva película producida y protagonizada por Johnny Depp, se inspira en una de esas amenazas, en otra de aquellas luchas, para plantear el mismo problema: ¿progreso artificial o respeto a la naturaleza?; ¿explotación o conservación de recursos?; ¿prohibición o limitación de vertidos?

Ambientada en el Japón de los años setenta, El fotógrafo de Minamata cuenta la historia de una comunidad de pescadores con muchos de sus miembros enfermos del llamado «mal de los gatos locos», un síndrome nervioso degenerativo por el envenenamiento con mercurio de las aguas, debido a los vertidos de una factoría química. Se inspira en la historia real de un fotógrafo de la revista Life, Eugene Smith, que aceptó el reto de denunciar la situación y cuyos reportajes apesadumbraron a medio mundo con el drama humano de la costa japonesa. De la identificación del reportero con los pescadores y de su oposición a la dirección de la fábrica irá surgiendo escena a escena un conflicto interior, de conciencia individual, que asimismo afectará a muchos de los espectadores.

Pero el problema de fondo, que nunca ha sido de ficción, sigue tan activo como esos vertidos, legales o ilegales, a ríos y acuíferos, a deltas y mares. La Tierra está enferma. ¿Nosotros también?