La derrota sin paliativos de las izquierdas en las elecciones autonómicas de Madrid obligarán a sus responsables a una intensa reflexión. Aunque Madrid no sea España, el discurso de insumisión ante la disciplina necesaria frente a la pandemia quizá no cuaje en otras comunidades y la complicidad con la extrema derecha sí se castigue.

El PSOE intenta acotar los daños inmolando a su candidato, Ángel Gabilondo, e iniciando justo ahora campañas de distracción como la tantas veces aplazada demolición del liderazgo de Susana Díaz. La campaña de Gabilondo, efectivamente, fue desafortunada. Pero la estrategia fallida de segar bajo los pies el poder local del PP con la colaboración de Cs no fue precisamente decisión de los responsables regionales socialistas.

Y aún otra lección a aprender, a partir del éxito de Más Madrid: en la izquierda plural, hacer oposición efectiva, hablar de los problemas reales y estar directamente implicado en la realidad diversa de cada uno de los territorios puede resultar más efectivo que los liderazgos centralizados y carismáticos. Como el de Iglesias, tan imbuido de narcisismo al lanzarse a la salvación de Madrid como al despedirse. Con todo, que la responsabilidad obtenga menos recompensa que la demagogia frívola es otra razón más para plantearse formas de aproximarse a las inquietudes, miedos y demandas de los ciudadanos más que inculpaciones o excusas.

Habrá que ver el impacto y las consecuencias que tiene la incontestable victoria de Isabel Díaz Ayuso, y qué réplicas puede tener en la izquierda española. Lo que queda claro es que tanto el PSOE como Podemos y sus confluencias deben cambiar su estrategia política, analizar por qué ha perdido la confianza mucho de su electorado, incluso en los feudos tradicionales de la izquierda, y si tanto sus mensajes como su acción política llega a un electorado al que le ha convencido el discurso demagógico y populista (porque no es un fenómeno exclusivo de la izquierda) de Díaz Ayuso.