«No es que la historia de España cuente con grandes lagunas», dijo el gran historiador Miguel Artola; «en realidad, son auténticos agujeros negros». Y uno de ellos es el franquismo, –«una zona muy oscura, con archivos no accesibles o insuficientes–, y además con la destrucción de muchos documentos». Si tienes la paciencia de seguir leyendo, entenderás la justificación de seguir hablando del franquismo.

Agujeros negros del franquismo

Hoy la historiografía científica ha demostrado que nada más proclamarse la segunda república hubo una trama urdida por los monárquicos para derribarla por la fuerza. Ángel Viñas lo ha explicado en diversos libros con amplia e incuestionable documentación archivística. Por otra parte, una democracia nunca es responsable de un golpe militar, ni tampoco un Gobierno legítimo, surgido en las elecciones democráticas de febrero de 1936, puede ser calificado como un bando. Hubo alternancia, en noviembre de 1933 ganaron las derechas; en junio de 1931 las izquierdas. Naturalmente que la segunda república tuvo problemas, y algunos de calado, como la revolución de octubre de 1934. Mas, el Gobierno de Lerroux recurriendo al Estado de derecho lo solucionó por la vía del orden público y la judicial. A partir de febrero del 36 hubo problemas, pero nunca para justificar un golpe militar. ¿Es que no los hubo en la República francesa? Y allí no hubo golpe militar.

Veamos algunos agujeros negros del franquismo y sus secuelas. La represión física con muertes, cárcel y exilio no es lo bastante conocida. Mucho menos la represión económica a los republicanos, origen de grandes fortunas de franquistas. Según Antonio Cazorla, catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Universidad de Trent de Canadá: «Cuando algunos nos dicen que miremos a Paracuellos del Jarama y nos callemos, lo único que buscan es que nuestros ojos no se fijen demasiado en sus rascacielos de la Castellana o en las fincas de caza en Extremadura».

El libro del 2015 de Ángel Viñas La otra cara del caudillo. Mitos y realidades en la biografía de Franco, desmitifica la idea del «gran patriota», ya que entró en guerra sin un duro y al acabarla 32 millones de pesetas, unos 388 millones de euros de hoy. Su procedencia variada: un regalo de 600 toneladas de café del dictador brasileño Getulio Vargas para el pueblo español, de un total de 7,5 millones de pesetas, acabó en su cuenta corriente; donaciones realizadas a su bando, como una de 100.000 pesetas del 23 de octubre de 1936; y traspasos mensuales de 10.000 pesetas desde Telefónica. Todo esto lo consideró botín de guerra para cubrirse las espaldas ante un futuro incierto. Al acabar la guerra y sentirse seguro, empezó a invertir, cuando muchos españoles pasaban hambre.

La segunda república supuso un gran avance para las mujeres españolas: derecho al voto, a la educación, aprobación del matrimonio civil y del divorcio, despenalización del aborto, más presencia en el mundo laboral y en las actividades ciudadanas. Todas estas políticas de género, avanzadas en la Europa de entonces, fueron eliminadas por la dictadura. Se restableció el delito de adulterio y el uxoricidio honoris causa, ya que se incorporó al Código penal de 1944 su art. 428: «El marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos, o les causare cualquiera de las lesiones graves, será castigado con la pena de destierro. Si les produjere lesiones de otra clase, quedará, exento de pena». No estamos en el Medievo, sino en el siglo XX.

La dictadura aprobó leyes para robar los hijos a los padres republicanos muertos, encarcelados o exiliados y pasarlos a la tutela del Estado para reeducarlos en los valores del franquismo, tras ingresarlos en instituciones benéficas y religiosas. Las hijas fueron internadas en colegios de religiosas, donde fueron adoctrinadas sobre la condición criminal de los padres. Los zaragozanos deberíamos conocer la tesis doctoral de Rosa Mª Aragüés Estragués La cárcel de mujeres. Predicadores: legislación y represión (1939-1955), ubicada en el antiguo Palacio de los Duques de Villahermosa, donde aparecen algunos testimonios estremecedores: «Y a su niña se la quitaron y se la llevaron a un colegio de monjas. Entonces esta mujer escribía continuamente a la niña desde la cárcel hablándole de su papá. Que su papá es bueno y que recuerde a su papá. Y llega un momento en que la niña le escribe: «Mamá, voy a desengañarte. No me hables más de papá, ya sé que mi padre es un criminal. Voy a tomar los hábitos. He renunciado a padre y madre, no me escribas más. Ya no quiero saber más de mi padre».

La existencia de esos agujeros negros del franquismo explica en parte su incuestionable vigencia. Como dice Santiago Alba Rico: «España es el único país democrático donde se puede ser demócrata sin ser antifascista y donde, aún más, el antifascismo se identifica con posiciones «radicales» y «antidemocráticas». Denunciar el fascismo es, en algunos casos, un delito; defenderlo, promocionarlo o practicarlo no; y donde se considera «revanchismo» enterrar a los propios muertos o borrar del callejero nombres de asesinos notorios».

Como también es el único país de Europa que en su Parlamento hay 52 diputados de un partido, que no solo no condena una dictadura, sino que la ensalza, y 88 de otro partido, que no la condenan tajantemente y cuando lo han hecho, tarde, mal y a rastras.