Entender el mundo es complicado, comprender India, desde estos ojos, es imposible. Tengo la sensación de que mirar hacia este subcontinente es como ver el planeta a través de una lente, no sé si de aumento o deformada. Arundhati Roy recordaba recientemente el triunfalismo casi esperpéntico mostrado por su primer ministro, Narendra Modi, durante el año uno de la pandemia. Gobernantes de distintas latitudes han avivado la negación sin importarles las vidas de su gente. Quizá nadie tan cínico como Modi, que decretó el confinamiento –ajeno a que parte del país carece de casa en la que guardarse–, quien aprovechó que el virus saltaba de China a Europa para proclamar que lo había vencido gracias a sus hospitales y a su vacuna. Como si pudiera cantarse victoria mientras exista un infectado en cualquier punto del planeta.

Suele abusar de la expresión «espectáculo dantesco» quien nunca ha leído La Divina Comedia. No hay adjetivos, India es hoy un infierno de piras por todas partes. En pocos días, la curva ha escalado los primeros puestos en el ranking mundial de contagios. Son 20 millones y continúa enloquecida, sin reparar en castas ni en edades, están muriendo niños, muchos niños. También se ha disparado la venta de oxígeno porque no se encuentra en hospitales. Es tarea imposible obtener una prueba de antígeno cuando, por pocas rupias, consigues un certificado de PCR negativo. Se talan los árboles de las ciudades, no hay madera para mantener vivo este incendio.

Hoy es India, mañana otro país. No aprendemos ni cuando nos golpean las catástrofes. Más de un año y no incrementamos el presupuesto en investigación, pero sí el de armamento. India es el tercer país en gasto militar.

Catorce meses y sin comprender que hay que cuidar la ciencia. Sin duda, India es el mayor proveedor mundial de cerebros y la gran factoría farmacéutica en la que miles de obreros fabrican vacunas para el mundo rico por un salario vergonzante.

Y mientras nos debatimos con qué vacuna seremos agraciados, volvemos a errar al pensar, catorce meses después, que el problema está en Asia. Entender este mundo, pensarlo en global, es difícil. Un infectado en Bombay supone mañana miles de contagiados en cualquier otra parte.

Por puro egoísmo, hay que liberar las patentes y volcarnos como locos en vacunar a todo el planeta.