La política cada vez es más volátil. No hace falta ser ningún lince para ver cómo lo que hace unos meses era de una manera, al poco tiempo se ha vuelto al revés y después da otro volantazo. Por eso hay que tomar los resultados de las elecciones autonómicas de Madrid con mucha cautela. Isabel Díaz Ayuso triunfó pero quizás hay que ver ese resultado como un espejismo porque fueron unos comicios que se parecieron muy poco a todos los celebrados en distintos territorios autonómicos durante la pandemia y, a la vez, es muy difícil imaginar que ese fenómeno ocurrido en Madrid puede darse en comunidades españolas como la aragonesa, por ejemplo. Pero eso sí, el resultado puede crear cambios de tendencia política. La semana que viene se cumplen diez años del 15-M, ese otro fenómeno que alentó una nueva forma de hacer política. ¿Será Madrid el principio del fin de esta década?

Lo ocurrido en la Comunidad de Madrid es extraño. Solo dos años después de que ganara las elecciones el PSOE, aunque no pudiera gobernar por el pacto de la derecha PP-Ciudadanos-Vox, ese partido pasa a ocupar el tercer puesto, los populares arrasan, Cs desaparece del parlamento y Unidas Podemos y Vox aguantan con una ligera subida, lo que podría interpretarse como un frenazo sobre todo para la formación ultraderechista, apareciendo como fuerza emergente Más Madrid, el partido de Íñigo Errejón. Y todo esto en unas raras elecciones regionales por cuanto los candidatos son nacionales (está hasta Pablo Iglesias), la cobertura que se le da es nacional y hasta la participación se asemeja más a unas elecciones generales que a unas autonómicas. Es por eso por lo que es difícil comparar su resultado al que pudiera darse ahora en otras votaciones similares. De hecho, nada parecido pasó en los otros tres comicios celebrados durante la pandemia, salvo que los que ya gobernaban salieron reforzados, más o menos. En Galicia, el PP arrasó, en Euskadi el PNV se consolidó y se hizo más fuerte y en Cataluña, aunque ganó el PSOE, los independentistas de Esquerra y Junts siguen teniendo la mayoría.

Hay otro elemento a destacar. El PP que gobierna en solitario en Galicia, el de Alberto Núñez Feijóo, nada tiene que ver con el de Díaz Ayuso, y mucho menos con el de Carlos Iturgaiz en el País Vasco o el de Alejandro Fernández en Cataluña. Por eso, cuesta pensar que el fenómeno Ayuso (porque lo es, como lo fueron en otros momentos desde Jesús Gil hasta Teruel Existe) vaya a triunfar en provincias y comunidades españolas como en Aragón. Desde luego, el líder popular aragonés, Luis María Beamonte, ni incluso el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, no tienen el patrón de la presidenta madrileña por lo que es muy difícil pensar que lo ocurrido en el 4-M vaya a exportarse. Además, no hay que olvidar que el PP se hundió hace dos meses en Cataluña y entonces ya se dijo que este partido no podría ser un revulsivo para el Gobierno de España porque, unos meses antes, le había sucedido lo mismo en Euskadi. Todo va muy deprisa pero... ¿Cuál PP es el de Pablo Casado? El PP que ha querido arrastrar a todos los que no comparten la política de Pedro Sánchez en estos momentos de pandemia no tiene sostenes similares en Aragón, donde el Gobierno cuatripartito del Pignatelli goza de buena salud y sintonía social y política, y sería difícil encontrar una figura política que hiciera sombra al líder Lambán. (Ahora solo podría ser Azcón, y no está por la labor).

Por eso las lecturas de los resultados electorales de Madrid se tienen que hacer con mucha cautela. No obstante, es cierto que lo que sí marcan son cambios en la tendencia política española, o al menos aparentemente se divisan. En Madrid sí que ha conseguido el PP es darle un frenazo a Vox, algo muy positivo después de que no pudiera hacer lo mismo en las elecciones catalanas. Pero también hay que analizar con cuidado si este hecho podría extrapolarse a otros territorios nacionales. Sería un lujo, eso sí.

Hay algo que sí se repite últimamente, y es la caída de Ciudadanos, el partido bisagra que bajó en picado primero a nivel nacional, aún con Albert Rivera, luego no obtuvo rédito ni en Galicia ni en los comicios vascos y volvió a caer dramáticamente en su primer feudo, Cataluña, ya con Inés Arrimadas. Pero también se divisa un complicado futuro para Unidas Podemos, que incluso con su líder nacional no ha obtenido en Madrid, ni mucho menos, los resultados que pretendía. Una lectura más profunda puede hacer pensar que los nuevos partidos se han hecho viejos enseguida y, pese a cambiar muchas cosas en la política nacional, se enfrentan a un futuro muy incierto. Casualmente, han sido protagonistas durante los últimos años de la vida política española, desde aquellas protestas en tiendas de campaña. Un 15-M que la próxima semana cumple diez años pero que quizá es el final de una década de la nueva política. Quién sabe porque todo es muy volátil, pero da la impresión que ni los Pablo Echenique ni las figuras regionales como Maru Díaz, tiran mucho en la calle.

Todo va muy deprisa. Por eso, prudencia y a esperar acontecimientos.