En el pasado pleno del Ayuntamiento de Zaragoza, defendí una moción presentada por mi formación, Zaragoza en Común, donde pedíamos la liberalización de las patentes de las vacunas del covid-19 para su acceso público y el mayor de los apoyos y consensos posibles para empujar hacia su consecución. Sentí que era la moción más importante de las que se iban a debatir en esa sesión, días después del lamentable resultado de la votación en el Europarlamento donde PP, PSOE, CS y Vox no dieron su apoyo a que esta exención prosperase. Y la vida de miles y miles de personas… pendiente de un hilo, en juego.

Mientras, se nos llena la boca con la importancia de la vacuna. Vacunas, ¡sí!, pero ¿para todas las personas por igual? Parece que no hayamos aprendido de esta devastadora crisis global. Solo cuando la mayor parte de la población mundial esté vacunada frente al covid podremos darnos por, mínimamente, seguros y pensar en reactivar la economía. El ejemplo de lo que está sucediendo en la India estas últimas semanas, donde después de dar por controlada la crisis sanitaria están al borde del colapso, es un triste ejemplo de la necesidad de erradicar, en todo el planeta, esta pandemia. Nadie estará protegido hasta que todas las personas estemos protegidas. La razón es sencilla y está clara desde el comienzo de la pandemia: nos encontramos ante un problema de salud pública mundial.

Pero, si se necesitaran más motivos, hay muchas otras razones para defender la liberalización de las patentes. Las primeras, de carácter ético y político. A fecha 31 de marzo de 2021, la proporción de reparto de las vacunas era la siguiente: países ricos, 86%; países pobres, 0.1%. Es decir, que en el primer caso, una de cada cuatro personas ha recibido una vacuna contra el covid-19, frente a una proporción de 1 persona vacunada de cada más de 500, en el caso de los países más pobres. Los datos son, de por sí, suficientemente reveladores y demuestran la desigualdad estructural existente.

Con más de 2,9 millones de muertes en todo el mundo a causa del coronavirus, es necesario que las vacunas sean un bien común para la humanidad. Los gobiernos no pueden perder más tiempo a merced de la industria farmacéutica, que sigue con su negocio lucrativo y fijando altos precios, incluso en plena pandemia.

Si necesitan más razones, hay más. ¿Por qué limitar el precio de las vacunas? Su investigación ha estado financiada por enormes cantidades de dinero público. Hemos pagado, ya, tres o cuatro veces el valor de éstas, en lo que se refiere a investigación, desarrollo, producción, licencia de compra…, por lo que no existen motivos para mantener estas patentes.

Es en 1990 cuando, por primera, vez un mRNA se transcribe en animales in vivo (base de las actuales vacunas), gracias a una investigación en una universidad pública de Winsconsin que se realizó con financiación pública. Se han invertido millones de dinero público en I+D, hay spin-offs de universidades, fundaciones sin ánimo de lucro, ayudas públicas a empresas que comienzan en esta carrera... Y, al final, solo al final, encontramos a las empresas privadas.

Los mecanismos voluntarios para compartir la tecnología de las vacunas como COVAX, C-TAP (una iniciativa que no ha conseguido la participación de ninguna farmacéutica) y otros similares se han mostrado totalmente ineficaces, además de dejar en manos de las empresas el control sobre la producción y reparto de éstas.

Tanto en la Unión Europea como en la Organización Mundial del Comercio (OMC), existen mecanismos que permiten liberar patentes en situaciones de emergencia. ¿Acaso ésta no lo es?

En las últimas semanas, la propuesta de India y Sudáfrica ha recibido el apoyo de Joseph Stiglitz (Premio Nobel), François Holland (expresidente de Francia), Mary Robinson (expresidenta de Irlanda) o José Luis Rodríguez Zapatero (expresidente español); y del director general de la OMS.

En total, más de 200 organizaciones de todo el mundo, entre las que se encuentran Salud Por Derecho, Amnistía Internacional, Médicos Sin Fronteras y Oxfam Intermon; alrededor de 400 representantes del Europarlamento y de Parlamentos de diferentes estados de la Unión Europea; y más de 180 premios Nobel y ex mandatarios se han manifestado en este sentido y han pedido que se apoye esta petición. ¿A qué seguimos esperando?