Dicen los expertos en salud mental que nuestra sociedad está sumida en eso que llaman la fatiga pandémica, refiriéndose con ello a la desmotivación y cansancio que la gente siente ante esta situación prolongada y sus restricciones. ¡Hasta la cuantifican! Está afectando al 60% de la población. Si miramos alrededor hay mucha gente que está triste, y no es para menos. Incertidumbre, pérdida de empleo, disminución de las relaciones interpersonales, de las muestras de afecto y hasta pérdida de seres queridos. Pero si miramos bien, también veremos gente que está harta, enfadada, hasta las narices. Hartos porque los objetivos solo enfocan a quienes incumplen, no solo las normas que nos imponen las autoridades, sino también la convivencia sobre la que se basa cualquier sociedad sana. Botellones, fiestas, traspaso de las fronteras sanitarias…

¿Y para cuándo se van a fijar en quienes cumplen? Porque una gran parte de la sociedad está siendo rigurosa y solidaria con el prójimo, pero, claro, eso no da morbo y lo que hay que mostrar es lo contrario. ¿Qué suma ese abordaje de la comunicación? Como mucho el efecto contagio, el si él lo hace, yo también.

Hasta las narices de que se politice de la manera más ruin cada contagio, cada muerte, cada puesto de trabajo perdido. No se engañen, la política con mayúsculas está brillando por su ausencia. En Aragón, aunque no nos lo parezca somos bastante privilegiados y eso que tenemos fama de apasionados, pero al menos se mantiene una calma que es de agradecer. El bochorno al que nos someten los representantes políticos en el manejo de esta pandemia no tiene parangón en nuestra historia más reciente. ¿Qué política es esta que no da tregua ni a la muerte? Pues ya perdonarán, pero eso no es política, es zozobra. Pónganse a trabajar y a sumar y dennos a los ciudadanos un respiro porque, aunque parezca que su comportamiento les da rédito, lo único que provoca es desafección.

Mosqueados con la incertidumbre. Que si esta vacuna es buena, que si la otra mejor, que si la quito o la pongo. Que se las apañen los países pobres. Y vamos, las estrellas estrelladas intentando crear dogma desde su elegante igmo. Porque ¡para qué le vamos a hacer caso a nuestros científicos!, ¡para qué les vamos a dejar espacios en los medios en los que nos expliquen y eduquen en sanidad publica! Aquí lo que vende es la Rociíto, el Bosé y toda esa peña.

Desde mi rincón habrán podido comprobar que yo soy de las que no estamos fatigadas sino hartas. Me decía una de las personas a las que más admiro y que ha estado en primerísima línea que cuando la gente moría a cientos cada día tuvo que plantarse ante si misma y decirse ¡Vale ya, tú estás dando todo de ti, quien está matando a estas personas es el virus!

Pues tomemos nota, el enemigo es el VIRUS, así que todos juntos contra él.