Esta semana, los últimos 26 militares que quedaban en Afganistán han regresado a Madrid dando por cerrada la misión en el extranjero con más coste humano --104 militares han perdido la vida en acto de servicio-- y económico: casi 4.000 millones de euros y 500 más en cooperación.

Recuerdos de Kabul

Desde aquel lejano 24 de enero de 2002 en que el rey Juan Carlos presidió el acto de despedida del contingente español en la Base Aérea de Zaragoza, se supo que el trabajo en este país de Asia central no iba a ser fácil. Por los problemas que iban a encontrar y los riesgos que entrañaba.

Era la primera vez que España enviaba efectivos a un país tan lejano, tras los episodios de Cuba y Filipinas, y la situación allí no era la más idónea: el segundo territorio más minado del mundo, una incipiente organización política, con la existencia de grupos insurgentes descontrolados y una precaria situación sanitaria.

En el aspecto técnico también fue considerada, y se demostró con el paso del tiempo, una de las misiones más exigentes. Constituyó un reto para la logística, por lo que suponían los más de 6.000 kilómetros de distancia para el traslado de tropas y materiales. Pero, aun con todas las dificultades, que se fueron superando con profesionalidad y pericia y no siempre con los medios adecuados, ha sido la misión más dura para el Ejército por la pérdida de vidas humanas.

El primer contingente desplazado lo componían 350 militares --la mayoría pertenecientes a unidades ubicadas en Aragón-- entre ellos una veintena de mujeres. A lo largo de estos casi 20 años de permanencia han rotado por esta misión 30.000 efectivos, pero más de un centenar no pudieron cumplir con el mandato de volver sanos y salvos a casa.

El episodio más doloroso y más trágico fue sin duda el accidente del Yak-42, ocurrido en Trebisonda (Turquía), en el que murieron 62 militares (21 de ellos destinados en Aragón) que regresaban a España. Lo que inicialmente pareció un desgraciado accidente aéreo acabó convirtiéndose en un ominoso debe para la cúpula del Ministerio de Defensa, con su titular Federico Trillo-Figueroa a la cabeza, destapándose una serie de irregularidades en la contratación de los aviones para los traslados, y unas vergonzosas identificaciones de las víctimas por las que fueron condenados un general y dos oficiales. También perdieron la vida 17 militares en un accidente de helicóptero y otros 14, víctimas de la insurgencia.

Han sido 20 años en los que las tropas españolas han dejado su impronta no solo en la asistencia sanitaria a la población civil, también en tareas de reconstrucción, desactivación de explosivos, ayuda humanitaria, mediación con las autoridades locales, adiestramiento militar...

La duda surge si todo esto habrá servido de algo, cuando la OTAN se repliegue definitivamente en septiembre y el país vuelva a quedar a merced de los talibanes. El reciente atentado en una escuela de niñas en Kabul con 60 muertes es ya un aviso.