Siempre que me encuentro con el librero Pablo Parra en alguna Feria le compro un ejemplar. Mi único problema reside en decidirme entre los muchos tesoros que tiene a la venta. Ayer, en su stand de la Feria del Libro y Cómic de Teruel, me hice con El mundo de Goya en sus dibujos de Enrique Lafuente Ferrari, edición del sello Urbión de 1979.

En sus páginas, el genio de Goya se desborda en toda suerte de temas, perspectivas y planos, con la guerra, la tauromaquia, la verdad y la razón, el tiempo y las fuerzas oscuras emergiendo con expresión e identidad tal de misterio y modernidad en dibujos a la aguada de tinta china que nos dejan admirados, conmovidos, pasmados como frente a una revelación, la del genio que se adelantaba a su época (tal vez, a todas las épocas).

Ahora que celebramos una nueva efemérides goyesca, recuerdo que hace veinticinco años propuse al Ayuntamiento de Zaragoza levantar un Museo Goya en la plaza del Pilar. Podría haberse edificado en un solar, frente a La Lonja, que por entonces estaba en desuso. Conseguí llevar la propuesta a una comisión municipal e hice unas declaraciones a ABC preguntándome cómo era posible que Zaragoza, a aquellas alturas (en 1996) no tuviera un Museo Goya con el que completar su oferta histórico-artística. No solamente nadie me hizo el menor caso, sino que casi me linchan. Recibí llamadas de las más altas jerarquías políticas y culturales de la época (cuyos nombres, piadosamente, omitiré), reprendiéndome con toda clase de argumentos: ¿acaso no sabía yo que el centro museístico de Goya se encuentra en el Museo del Prado, donde es admirado por medio mundo? ¿No me había enterado de que en el Museo de Zaragoza existían fondos, incluso una sala dedicada a Goya? ¿Ignoraba que Goya había nacido en Fuendetodos, y que era allí donde en todo caso habría que musealizar algún tipo de centro? ¿De dónde pensaba sacar obra para un nuevo museo?... etcétera.

La lucha continúa y por eso, cuando Ibercaja transformó la antigua colección de Camón Aznar en un Museo Goya, lo consideré un paso importante en la recuperación de nuestra memoria. Y también de la de aquel pintor zaragozano a quien el destino reservaba un pincel universal.

Pero queda tanto por hacer…