Nueve retos, 50 objetivos, más de 200 medidas. Todo en pro de una tasa de paro del 7% y una jornada de 35 horas. Más gasto público, sin duda, pero solventable, gracias al aumento de ingresos provenientes de impuestos y de la lucha contra el fraude fiscal. Bonitos titulares, que nuestro querido presidente nos proporciona en un jueves coronavírico más, en el que la gestión del Gobierno de la nación sigue siendo tan patética que no queda otra que desviar la atención y recrear un escenario a 30 años vista, de una España capaz de afrontar los retos de la sociedad y la economía, desde el apartidismo y desde la democracia participativa, pues a todo ello se pretende llegar generando una estrategia a largo plazo, fundamentada en el debate público.

Política ficción, en la que son más relevantes propuestas tan pintorescas como la de prohibir los vuelos nacionales entre destinos conectados vía ferrocarril por un tiempo inferior a 2,5 horas o un impuesto sobre el uso del coche (como medidas medioambientales), que terminar con la deuda pública, que en 2050 podría estar en torno al 110%. Futurología barata, pero cara, pues estos casi 700 folios de este documento impulsado por la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de la Presidencia del Gobierno dirigida por Iván Redondo, jefe de gabinete de Sánchez, han sido trabajados por un centenar de expertos de reconocido prestigio (de su cuerda y entorno, por supuesto), que por un módico precio, han proyectado esta hipotética España de 2050 apuntalada en torno a desafíos tan genéricos y manidos como el de la productividad, el crecimiento económico, la educación, el desafío climático, el desarrollo territorial, la pobreza, la desigualdad y el bienestar de la ciudadanía. Humo, a precio de oro.