Un maestro del periodismo aragonés, Luis Granell, en las redes sociales, acaba de darle al Sr. Beamonte, un repaso notable a propósito de la figura de Brahim Gali y su estancia en España para recibir asistencia sanitaria. Le plantea un ¿Sabía usted? detrás de otro para poner de manifiesto o bien su ignorancia o bien su alineamiento con el nivel rastrero en el que se había situado su jefe Casado, al que acaba respondiendo lo mismo que respondió Labordeta a los que intentaban boicotearle. Genial Labordeta y genial y muy oportuno el recordatorio de Granell. Búsquenlo en las redes porque merece la pena leerlo. Pues eso, nada nuevo. Casado promete lealtad y cae en la deslealtad más absoluta. El Presidente Sánchez plantea un proyecto de país y el del PP corre a desprestigiar y ridiculizar en lugar de entrar en el debate y aportar. Decía Labordeta (lo leo en el recopilatorio editado por EL PERIÓDICO DE ARAGÓN) que el PP «tiene vocación de empresa de derribos porque cada vez que alguien desea avanzar en derechos ciudadanos, el país se rompe: se rompe con la Constitución, con los estatutos, con el aborto, con el divorcio, con Ibarretxe, con los matrimonios gays, con el incendio de Guadalajara y con el helicóptero de Afganistán». Era en octubre de 2005. En marzo de 2006, Labordeta reprochaba a los del PP que daba la sensación de que les molestaba que ETA dejara las armas y señalaba que la derecha siempre niega el pan y la sal. Esta falta de lealtad, ya no con el Gobierno legítimo sino con el Estado, está en su ADN. Da igual que sea Aznar (por cierto, sigue sin pedir perdón, querido José Antonio, como tú le reclamabas), que Rajoy, que Casado. Están convencidos de que España les pertenece por la gracia de Dios y que cuando gobierna la izquierda el orden «natural» se altera y todo vale para restaurarlo. Es un problema de cultura democrática.