En los últimos meses se ha hablado y escrito mucho acerca de los efectos secundarios de las vacunas contra el covid. Sin embargo, se ha publicado muy poco en relación con la posibilidad de volverse a contagiar, e incluso morir, después de haberse vacunado. No sé a qué puede deberse este silencio, aunque me temo que es por la presión ejercida por las multinacionales farmacéuticas. Por suerte, o por desgracia, hay personas vacunadas a las que les gusta informarse del nivel de inmunización que les produce la vacunación, y una de esas personas soy yo. No me gusta airear mis problemas personales, pero en esta ocasión lo voy a hacer porque considero que pueden ser interesantes para todo el mundo.

Un día después de que me pusieran la primera dosis de la vacuna Moderna, fui a mi médico de cabecera para solicitarle una prescripción de alguna prueba que me permitiera conocer si tenía anticuerpos, tanto de tipo cuantitativo como cualitativo. Me la firmó sin titubear y me advirtió de que no me la hiciera antes de catorce días. Respeté ese período y unos días más tarde me realizaron el test correspondiente. El resultado fue que no tenía anticuerpo alguno. Asustado, volví al médico de cabecera y me dio una respuesta optimista y otra pesimista. Primero me tranquilizó diciéndome que hay algunas vacunas cuyos efectos inmunizantes no aparecen hasta bastantes días después de haberse puesto la segunda dosis. A continuación me dejó muy preocupado porque me hizo saber que hay personas a las que ninguna de las vacunas existentes contra el covid las inmuniza, pudiendo ser yo una de esas personas. Como es lógico, le solicité una nueva prescripción para repetir el test después de haber pasado veintiún días de la segunda dosis. Es decir, pasé casi un mes preocupado por si yo pertenecía a ese extraño grupo de personas imposibles de inmunizar.

Por desgracia, los resultados de la segunda prueba (test Elisa) fueron también negativos. Antes de llevárselos al médico, entré en internet y, después de perder muchas horas leyendo los informes que consideré más científicos, salí convencido de que podía poseer anticuerpos a pesar de no tener ningunos del tipo IGG e IGM (no sé qué quieren decir esas siglas). Dos de los informes que consideré más rigurosos decían que en las vacunas de Pfizer y de Moderna era imprescindible evaluar también la proteína S (tampoco sé muy bien qué es). A la vista de esos datos, hablé con el laboratorio y me dijeron que me realizarían dicho análisis a partir de mi sangre, que todavía conservaban en buenas condiciones. Cuando me entregaron el nuevo resultado comprobé que en «la proteína S-AC» tenía 6.412 U/ml, lo cual demuestra que estoy sobradamente inmunizado (según la interpretación del laboratorio, un valor superior a 40 U/ml indica máxima inmunidad). Más contento que unas castañuelas, llevé al médico de cabecera ese resultado y se quedó un tanto extrañado por la contradicción existente. Ambos acordamos que lo correcto sería repetir el análisis en otro laboratorio, a pesar de que ello implica tener que volver a pagar otros 60 euros. Antes de tomar esa decisión, decidí leer todo lo que pudiera sobre el tema. Dado que considero de interés social la información que he recopilado, a continuación presento un breve resumen.

23 personas, con una edad media de 85,3 años, que habían recibido las dos dosis (la fuente consultada no explicita el tipo de vacuna), fueron ingresadas por covid en el Hospital Clínico de Zaragoza entre el 15 de marzo y el 3 de mayo y murieron 6 (un 26,1%). En ese período de tiempo y en el mismo hospital, 28 personas con una edad promedio de 81,7 años, que habían recibido solo una dosis, fueron ingresadas por covid y murieron 6 (el 21,4%). En la residencia de ancianos de Luesia, 22 usuarios han sido ingresados por covid en las últimas semanas, después de haber recibido las dos dosis, habiendo fallecido 4 (el 18,2%). El lunes 17 de mayo, Fernando Simón (director del CAES del Ministerio de Sanidad), a una pregunta de la representante de 65Ymás, hizo públicas estas dos informaciones: alrededor de un 8% de las personas que han recibido alguna vacuna no ha generado una respuesta inmune y, por tanto, son susceptibles de desarrollar un covid grave y fallecer; de los 7,2 millones de españoles que ya han recibido la pauta completa de vacunación, 700.000 (un 9,7%) no se han inmunizado y, por tanto, tienen las mismas probabilidades de infectarse y de fallecer que las que todavía no han sido vacunadas. En el diario El Deber de Bolivia se indica que en una residencia de ancianos de Chicago, un 6% de residentes vacunados con las dos dosis de Pfzer han sido reinfectados en el primer trimestre de este año, y un 23% de los que habían recibido una sola dosis.

Es evidente que para poder hacer una interpretación correcta de esas informaciones es indispensable conocer muchos más datos, sobre todo relativos a la metodología de los análisis efectuados, pero no por ello dejan de ser muy inquietantes. Pienso que los expertos de la Organización Mundial de la Salud y de los ministerios de Sanidad tenían que haber dado a conocer a la población, antes y durante el proceso de vacunación masiva, las ventajas, los inconvenientes y el nivel de inmunización que produce cada una de las vacunas. También me parece una falta de ética intolerable que los gobiernos no obliguen a todas las personas vacunadas a hacerse de forma gratuita pruebas de control semejantes a las que yo me he hecho. Miedo me da pensar en el contagio masivo que puede producirse si se permite a las personas vacunadas ir de un lado para otro sin las mascarillas, sin saber cuántas están inmunizadas y cuántas no lo están.