Pide Fernando Simón decir en voz baja que se abre la veda. Que España abre sus puertas de par en par al turismo y tira metros y metros de alfombra roja para goce de foráneos. Sin PCR, sin cuarentena. Solo con ganas de venir, gastar y reactivar el dañado sector hostelero. Parece mentira que el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias conozca su tierra. Aquí somos de hablar alto, de elevar el tono. Discretos, lo que se dice discretos, no somos. En esto tampoco. Y menos en plena celebración de Fitur, la Feria de turismo.

Por eso los que vienen se suman al grito de libertad que sale diariamente y desde hace meses de la garganta de algunos. Da igual por qué y para qué. ¿Que quiero estar de botellón y me lo impide la policía? Libertad. ¿Qué quiero ir sin mascarilla? Libertad. ¿Me pone un café? Con leche, sacarina y libertad, por favor.

Llegan, se divierten, se dejan el dinero y, los más jóvenes, la lían. Cada fin de semana vemos las imágenes de playas y zonas de fiesta abarrotadas. Por ellos y por oriundos. Tienen ganas de fiesta y dicen que se merecen relajarse, vaso en mano y mascarilla en brazo. No lo dudo. El problema es que la vacunación avanza pero no al ritmo de Israel, Reino Unido o Estados Unidos. Así que mantener cierta prudencia convendría a día de hoy.

Continúan los contagios, los ingresos y los fallecimientos. Los enfermos con secuelas, la rehabilitación tras meses en la uci y la presión hospitalaria elevada. En lo económico, el presente es la avalancha de petición de ayudas, tres por minuto, al plan de ayudas a la hostelería y el turismo en Aragón. En lo social, las colas del hambre, el paro y los erte. Salimos de esta crisis pero no sin dificultad.

Por eso insiste Simón, que por cierto tiene ganas de dejar de dar las ruedas de prensa diarias para hablar de la pandemia, que rebajemos el tono de euforia. Es verdad. Se extiende una sensación de victoria difícil de controlar. Algunos tienen tanta prisa por dejar atrás este panorama que incluso ya piensan en la España de 2050. Está bien planificar el futuro pero cuando uno corre tanto existe el riesgo de tropezar. La preocupación por obtener crédito en próximas contiendas electorales puede tener efectos secundarios imprevistos. Tanto como intentar convertirse en el salvador de la patria viendo venir antes que nadie conflictos diplomáticos o avivar la polémica dentro y fuera de nuestras fronteras.

Se puede hablar de todo esto con la boca pequeña, a escuchetes, triste o con una sonrisa. Pero el mensaje es el que es. Quizá lo conveniente sería pronunciar las palabras adecuadas. Por una vez puede que el volumen no sea el problema.