En las últimas semanas nos llegan noticias que nada tienen de novedosas: lanzar a seres humanos como si de carnaza se tratara como moneda de ofensivas o contraofensivas políticas, bélicas...

Palestina. Tierra de horror y miseria. Dice Israel que se defiende tácticamente de Hamás en su legítimo derecho y que, claro, por mucho que intentan atinar en el lanzamiento de sus misiles no pueden eludir los efectos colaterales. ¿Miles de niños y niñas muertos son efectos colaterales? ¿Miles de civiles inocentes son efectos colaterales? No, lo siento, pero yo no me lo trago, son asesinatos y están matando a personas como si sus vidas no valiesen nada.

Marruecos. En África tampoco es necesario que expliquemos mucho sobre el hambre, la pobreza y la desdicha porque forman parte de su día a día. Cómo no van a intentar los más valientes buscar la prosperidad emigrando a tierras más ricas. ¿Acaso no la han buscado otros pueblos como el nuestro en otros momentos? ¿Es que no la seguimos buscando nosotros? ¿No se han ido nuestros jóvenes investigadores a otros países? Pues ahora va y el absolutista marroquí abre las puertas para que esta pobre gente se lance a la desesperada y mantenerlos como rehenes en un chantaje que ya empieza a ser demasiado. Más aun cuando algunos de ellos son niños y niñas, menores. Ejemplos los hay a cientos, tratar a los más vulnerables como rehenes, como carnaza humana, ha dejado de ser un hecho aislado para convertirse en un gran problema humanitario de calibre mundial.

Resulta reconfortante ver como la gran deshumanización de unos cuantos es contrarrestada por personas como el legionario que saca a un niño a hombros de una valla para que no caiga precipitado, de un buceador salvando del ahogo a un bebé y de la voluntaria de una oenegé arropando y abrazando a otro ser humano desesperado porque no encuentra al hermano con el que emprendió esa huida de la miseria. Pero eso no es suficiente.

Desde mi rincón me pregunto: ¿Dónde están las instituciones internacionales? ¿Dónde está la ONU? Las atrocidades sobre la humanidad, sobre las personas, sobre los menores, sobre los inocentes no son cuestión de buena voluntad, no se terminarán con oenegés ni con ejércitos preparados para hacer la paz. La contundencia institucional y de los Estados será la clave para defender a los más vulnerables e implantar políticas mundiales que corrijan las desigualdades.

A nosotros, los ciudadanos, solo nos queda dejar de ser cómplices de quienes quieren utilizar estas situaciones de forma nauseabunda para ganar sillones, presentándonos a los más frágiles como una amenaza y no como seres humanos desprotegidos, que es lo que son.

Eduquemos en humanidad y solidaridad, apostemos por la paz y empaticemos con el otro. Exijamos a los organismos internacionales que actúen para construir un mundo más habitable para todos los seres humanos.