El pasado 1 de junio entró en vigor la nueva estructura de la factura de la luz. En paralelo, el precio mayorista de la electricidad (que repercute sobre el 35% de la factura) ha escalado hasta citas históricas. Se trata de dos circunstancias diferenciadas, sin conexión de causa y efecto. O así debería ser: la vicepresidenta Teresa Rivera ha reclamado a la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia que vele por que no se haya producido algún «comportamiento irregular o mala práctica de mercado» para incrementar el precio final de la luz justo ahora. Esta comunicación puede tener como motivo que haya sospechas por parte de la Administración, o bien se trate de un gesto para rebajar el coste político de la inquietud generada en las últimas semanas. En ninguno de los dos casos ayuda a disipar las dudas ni los recelos que cunden justo en el momento en que el nuevo modelo de facturación debía ser un paso adelante para aclarar la opacidad de este mercado para el consumidor.

Por una parte, la nueva factura divide en tres franjas horarias los precios con mucha distancia entre las denominadas punta y las valle y llanas. Este modelo tiene como objetivo redistribuir el consumo de forma más uniforme a lo largo del día para racionalizar la generación de energía, algo que tendría beneficios tanto económicos como ambientales; y el sobrecoste para el usuario, dependiendo de que ajuste o no sus hábitos de consumo, debería ser de unos pocos euros al mes a favor o en contra, o incluso neutro, sin necesidad de prácticas extemporáneas como centrifugar la colada durante la madrugada, si el consumo se traslada al fin de semana o las horas llano. La diferencia de precio sería, en este diseño, más bien una «señal» para racionalizar el consumo. Sin embargo, hasta que las facturas empiecen a llegar no se comprobará si el resultado final es este, o si bien los consumidores –millones de ellos aún en un régimen de teletrabajo imposible de compatibilizar temporalmente con los cambios horarios que se quieren estimular– se toparán con un encarecimiento del suministro especialmente sangrante en el contexto económico actual.

Pero tras este hipotético encarecimiento de las próximas facturas de la luz influye otro factor. El precio mayorista de la luz se ha disparado por el impacto que ha tenido en él las centrales de gas de ciclo combinado. Este tipo de generación está penalizada por los derechos de emisión de CO2, cuyo coste se ha disparado tanto por la misma naturaleza de esta carga como por movimientos especulativos en este mercado. Que entre ellos no figure la oportunidad creada por el hecho de que el consumo en horas punta pueda llegar a encarecerse más que notablemente por el efecto combinado de la nueva facturación y la situación del mercado debería ser el objetivo de las averiguaciones de la CNMC. La confusión generada exige transparencia, especialmente cuando sean datos reales, y no vaticinios.