Recientemente, Fundación Ibercaja me invitó a pronunciar una conferencia sobre Enigmas de Goya, cuya preparación me llevó de nuevo a acercarme al genio aragonés, en mi humilde opinión el pintor más importante de la historia.

Uno de los grandes misterios goyescos sigue relacionándose con la naturaleza de su enfermedad (o enfermedades).

Los primeros síntomas, que sepamos, aquejaron al pintor pasados sus cuarenta años, en el invierno de 1792. Estando Goya en Sevilla, en casa de Ceán Bermúdez, se sintió muy mal, con parálisis en mitad del cuerpo, sordera, pérdidas de visión y alucinaciones. Tan grave, que Bermúdez lo envío de urgencia a Cádiz, al Hospital de La Armada, donde el cirujano Francisco Canivell lo atendió y, seguramente, aunque no se haya conservado la historia clínica, le salvó la vida. Goya permaneció unos meses más en Cádiz, recuperándose en la casa de otro gran amigo suyo, el rico e ilustrado Sebastián Martínez, de quien haría un maravilloso retrato, hoy en el Metropolitan de Nueva York.

Retrato de Sebastián Martínez, pintado por Goya

Retrato de Sebastián Martínez, pintado por Goya

¿Qué enfermedad padecía Goya? ¿La sífilis, como afirmó José Ortega y Gasset? ¿Malaria? ¿Tifus? ¿Una plumbosis o saturnismo derivado del albayalde, muy alto en carbonato de plomo, que utilizaba para mezclar los blancos? ¿Sufrió Goya un ictus, con posteriores y graves secuelas? ¿El síndrome de Susac, según acaba de apuntar una especialista americana, consistente en una inflamación de las arterias que riegan los capilares del cerebro, la retina y el oído interno? ¿Una meningitis? ¿Una esclerosis múltiple? ¿Una encefalomielitis?... El caso fue que el 29 de marzo de 1793, Sebastián Martínez escribía a Francisco Bayeu afirmando que Goya seguía sufriendo de «ruido en la cabeza, sordera, turbación en la vista y pérdida del equilibrio…». A su vez, Martín Zapater contestaba a Sebastián Martínez: «Como la naturaleza del mal es de las más temibles, hay que pensar con melancolía en su restablecimiento». En otra carta a Bayeu, Zapater consideraba: «A Goya le ha precipitado su poca reflexión…» Bayeu haría, finalmente, alusión a la «imprudencia» de Goya. Como si el pintor, con su comportamiento, hubiese provocado la enfermedad…

¿Pero qué «pocas reflexiones», qué «imprudencias» de Goya serían esas?

Misterios goyescos…