Necesitamos una nueva formación profesional. Moderna. Flexible. Asociada a la innovación, la empleabilidad y la mejora de la competitividad de las empresas. Como formación a lo largo de la vida. Y diseñada y gestionada en colaboración y cooperación entre educación y empresa.

El anteproyecto de nueva ley orgánica de Formación Profesional, que ha comenzado su tramitación, resulta realmente novedoso. Pretende sustituir a una anterior (LO 5/2002) que, aunque supuso un avance considerable, había quedado desfasada. Después de veinte años, mucho ha cambiado en el mundo productivo y laboral. Además, no tiene demasiado sentido mantener todavía los dos subsistemas (FP educación y FP para el empleo) cuando toda formación profesional (desde la básica a la universitaria) conduce (o debe conducir) hacia la empleabilidad.

Sistema único e integrado

El nuevo marco establece un sistema único e integrado de FP. Ese es el punto central. Y se hace en concordancia con las directrices de la Unión Europea sobre la educación y formación profesionales (EFP o EVT en sus siglas en inglés). Solo dos documentos, entre otros muchos, que parece han servido de referencia. Uno, la Declaración de Osnabrück (noviembre 2020) y dos, la Recomendación del Consejo (julio 2020) para la competitividad sostenible, la equidad social y la resiliencia. Se integra la formación inicial del sistema educativo y la formación profesional continua que puede realizarse en diferentes ámbitos (centros, empresas, etc.) y de distintas formas (presencial, semipresencial y virtual). Es un ambicioso proyecto que le da la vuelta al calcetín de la FP tal como la conocíamos hasta ahora. Cinco puntos a destacar.

Uno, itinerarios formativos escalonados y ascendentes. Se plantea una configuración flexible y modular. Las ofertas de formación se organizarán en cinco grados (A,B,C,D,E), dependiendo de su intensidad, duración, etc. Eso va a permitir que cualquier persona pueda cualificarse y recualificarse, cuando quiera y donde quiera, sin tener que cursar partes de formación que no necesita. Además, todas esas formaciones, desde las más largas a las más pequeñas (microformaciones), van sumando. Nada se tira. Todo es acumulable y con validez profesional y académica.

Dos, clarificación de la formación dual. Sobre la FP dual se ha hablado mucho, tomando casi siempre como ejemplo el modelo alemán. Algo complicado en un país, como el nuestro, con un tejido empresarial sustentado en las pymes o, mejor, en las microempresas. Conviene clarificar, por tanto, porque los escenarios son muy distintos. En principio, prácticamente toda la FP vinculada al Catálogo de Nacional de Estándares de Competencia Profesional tendrá carácter dual. Pero en el texto de la nueva ley (Título III, capítulo II) se marcan diferencias muy claras entre el régimen dual general y el régimen dual avanzado o en alternancia. En la duración de la estancia en la empresa, en la significación de esa estancia y en el estatus de la persona en formación.

Elemento clave

Tres, potenciación de la orientación profesional. Elemento clave para configurar este nuevo modelo de FP. Actualmente, sin la atención que debiera tener. Ni en los centros educativos ni en otras instancias. Cada cual a su aire. Ahora se orientará a personas, empresas, organismos e instituciones relacionadas con la formación profesional. Se desarrollará con un planteamiento holístico, integral, de apoyo y asistencia en el aprendizaje y la formación a lo largo de la vida. Incluirá la información y el asesoramiento individualizado sobre las ofertas formativas y el acompañamiento en los procesos de acreditación de las competencias profesionales. Un servicio que debe prestarse, de forma coordinada, por profesionales especialistas y siguiendo un protocolo de actuación.

Cuatro, conexión de la FP con la Universidad. Ya se viene haciendo desde hace unos años en algunos campus y territorios. Pero con la nueva ley (art. 48) ese puente se oficializa. Con dos propuestas muy interesantes. Por un lado, permeabilidad entre los dos sistemas: el reconocimiento mutuo entre enseñanzas de ciclos formativos de grado superior y enseñanzas universitarias de grado. Por otro, optimización de recursos: la posibilidad de firmar acuerdos entre centros de FP y Universidades para llevar a cabo proyectos de colaboración (profesorado, espacios, etc.) llegando a generar así entornos integrados de formación.

Y cinco, innovación, investigación aplicada y emprendimiento activo. Una nueva formación profesional pasa ineludiblemente por su modernización y actualización. En centros, recursos, programas, metodologías, formadores, títulos. Ya se ha avanzado mucho en los últimos tiempos con la implantación de nuevas titulaciones y mejoras en los centros y programas formativos. Pero hay que seguir. Con especial atención a la digitalización, los idiomas, la transición ecológica, la sostenibilidad ambiental, la salud y la atención a las personas.

Podrían apuntarse muchos más puntos interesantes. Como la acreditación de competencias profesionales por vías no formales o informales. O la creación de tres catálogos (de estándares, de módulos y de ofertas) y varios registros como instrumentos de concreción y gestión del sistema. O su internacionalización y evaluación. Incluso la definición de conceptos al comienzo de la ley, detalle no tan «menor», pues facilita la comprensión del texto y refuerza su carácter pedagógico. O la integración del profesorado técnico de FP en el cuerpo de profesores de Secundaria, modificando así la controvertida disposición adicional undécima de la LOMLOE.

Con esta nueva ley se avanza hacia nueva formación profesional. Es hora de dejar atrás los estereotipos que durante tanto tiempo han lastrado la FP. Supone un reto considerable para las administraciones públicas: las educativas, las económicas, las laborales. También para los agentes sociales, empresas y sindicatos. Es de esperar que las tensiones políticas no pongan palos en la rueda parlamentaria de una ley necesaria (y urgente) para nuestro mejor encaje en el marco europeo. Es tiempo de tejer alianzas a todos los niveles. Nos jugamos mucho como país. Porque la FP no es todo el futuro, pero «es» el futuro.