Soy el detective que baila en la pista, el jugador que solamente puede perder, el león que necesita ir al dentista, el pastel de encargo que nadie va a recoger. Soy el mar que los domingos tiene resaca, el ladrón que roba sueños para vivir, el petardo que se ha unido a una traca, el pastor que cuenta ovejas para dormir. Soy el suicida que se concede un aplazamiento, el armario que parece un hotel, el viento que agita los pensamientos, el trampero que caza abrigos de piel. Soy el fantasma de la laguna encantada, el borracho que desayuna con vino, el faro que ilumina la nada, el mensajero que muere en el camino. Soy el precio de una hora de amor, el taxi que siempre va ocupado, el dibujo que grita un color, el inocente que muere ejecutado. Soy el disparo mortal de advertencia, el verano que no va a volver, el vendedor que vende paciencia, el feto que no quiere nacer. Soy el ojo que vigila las cerraduras, el centro y el corazón del seísmo, el bromista que se oculta en la armadura, el laberinto que se ha perdido a sí mismo. Soy el demonio vestido de maldad, el mundo que cabe en un frasquito, el reflejo que busca identidad, el tren que va hasta el infinito. Soy el sueño que se repite al despertar, el oasis que busca un desierto, el impuesto que hay que pagar, el cementerio que mata a sus muertos. Soy el alimento caducado de los dioses, el enemigo que grita victoria, el modelo que estudia sus poses, el año olvidado de la historia. Soy el estanque que refleja el futuro, el sudor de cuerpos que piden más, el problema que pasa algún apuro, el día que ya ha quedado atrás. Soy el cigarro que duerme en un cenicero, el gato que vende sus siete vidas, el gol que se le cuela al portero, el beso que se da en las despedidas.