No hay día que no traiga un nuevo dato positivo que alimente el optimismo. O al menos no pasa una jornada sin que la sociedad tenga cada vez más claro que salir de la crisis sanitaria, social y económica que estalló en marzo de 2020 ya solo es cuestión de tiempo. Al igual que al principio de la pandemia se desató un goteo de malas noticias en todos los sectores de la actividad diaria que pareció no tener fin, ahora la realidad ha dado un vuelco y ocurre todo lo contrario, desde el descenso en el número de contagios, ingresos y fallecimientos hasta un nueva normativa menos restrictiva para el ocio nocturno, pasando por el aumento del aforo en las piscinas o la fuerte reactivación en Aragón de las operaciones de la Sareb (banco malo) o la recuperación de los festivales de verano, como ha informado este diario el fin de semana. Sin olvidar, claro, que a partir del sábado ya no será obligatorio llevar mascarilla en los espacios abiertos, una liberación aclamada por la mayoría. El abanico, ya sea movido desde Madrid o desde el Pignatelli, se hace cada vez más grande y abarca desde lo más nimio del día a día hasta las cifras más complejas de la macroeconomía.

La salida de la pesadilla, proceso de vacunación mediante, es tan evidente que ya se multiplican las voces que empiezan a hacer balance, especialmente en el plano de la gestión política: los vaivenes del Gobierno de Sánchez, la irresponsabilidad de Estado de las derechas y su inoportuna ansia por tirarse a la yugular del Gobierno cuando más era necesaria una unidad de acción, los desajustes entre comunidades, el obligado letargo del independentismo que ya se despereza de nuevo...

El análisis adecuado de todo el fenómeno covid-19 necesitará de mucha perspectiva histórica, como todos los grandes hitos que han azotado a la humanidad, pero si tanta necesidad hay de sacar conclusiones podríamos empezar por resaltar la capacidad de sacrificio de una población que en su mayoría ha sido consciente en todo momento de la gravedad de la pandemia.