El partido que impulsó uno de los indultos más repugnantes de la democracia debería cerrar la boquita cuando Pedro Sánchez plantea el perdón a los independentistas del procés. En diciembre de 2012, el Gobierno de Mariano Rajoy indultó a un conductor kamikaze que provocó la muerte de un joven en una autopista, además de dejar sin auxilio a la novia de la víctima y poner en peligro la vida de muchas personas. Pablo Casado afirmaba el pasado miércoles en el Congreso que no se puede caer más bajo con el gesto hacia los separatistas catalanes. Pero ese nivel, de cloaca, lo pisó el PP cuando decidió indultar a aquel miserable al volante, que tenía vínculos familiares y de amistad con dirigentes del Partido Popular. Para colmo de la desfachatez, un abogado muy cercano al ministro Alberto Ruiz Gallardón -ministro que propuso el indulto- defendió al homicida. Por cierto, el kamikaze recibió por su criminal acción la misma condena que Oriol Junqueras por su acto de sedición: trece años de cárcel. Solo cumplió diez meses.

El indulto a los independentistas posee suficientes razones políticas como para que al menos motive una seria reflexión: pretende rebajar tensiones, fomentar el diálogo y crear un clima adecuado para apagar el sueño separatista. A los partidos políticos, cualquiera que sea su signo, debería bastarles este motivo para mostrarse a favor. Además, Junqueras ya ha dejado claro que la vía unilateral se ha acabado. La furibunda reacción de PP, Vox y ese partido intrascendente llamado Ciudadanos confirma que la derecha necesita la confrontación y una alta tensión territorial para sacar tajada electoral. Es así de triste. Es tan miserable como ese indulto que el PP nunca explicó.