En España, la casta dirigente suele identificarse con la clase política. Siendo, sin embargo, más que probable que, muy por encima de ellos, sobrevuele una categoría superior, la de los verdaderamente poderosos, grandes millonarios y empresarios (plutócratas, en definitiva). O dueños de fondos buitre que nunca bajarán a tomar una ración de boquerones al bar de la esquina porque estarán muy ocupados intrigando en restaurantes de cinco tenedores y conversando, en lugar de sobre el seleccionador Luis Enrique y los avatares del combinado nacional, acerca de cómo lograr hacerse más ricos y poderosos todavía…

A veces, en lugar de en hoteles de cinco estrellas, los miembros de esos clubes se reúnen en lugares raros, casi tan excéntricos como ellos mismos: monasterios, cenobios, conventos o ermitas. ¿Por qué? Lógicamente, en busca de la paz de sus almas. Ese tipo de ejercicios espirituales ha sido y sigue siendo muy habitual en países como España o Italia, donde, por cierto, transcurre una de las mejores novelas del autor siciliano Leonardo Sciascia, titulada, un poco a la española, 'Todo modo', según una frase de Ignacio de Loyola.

En sus páginas, Sciascia hará coincidir a lo más granado de los poderes de Sicilia en una residencia para usos religiosos dirigida por un tal padre Gaetano, una especie de santón católico habituado a pastorear a próceres con una infalible mezcla de disciplina, meditación y exaltación de los valores cristianos aplicados al mantenimiento y funciones del poder político.

Esa curiosa e hipócrita mezcla de catequesis religiosa y obediencia civil a mayor gloria del sistema que a ambas partes beneficia, y que por eso mismo habrá que seguir bendiciendo, esa invisible argamasa de confesiones, comuniones y preces, de apartamiento espiritual y orgía carnal (las queridas serán invitadas y disfrutadas durante el retiro), irá tejiendo una red de intereses y, al mismo tiempo, una hábil, habilísima novela psicológica y criminal.

Brillando sobre todos esos poderes y corruptos ministros, empresarios y comisarios sicilianos la figura arquetípica, inquietante, ora santa, ora demoníaca, de ese padre Gaetano en quien el comunista Sciascia quiso representar la astucia de la Iglesia.