La segunda vuelta de las elecciones regionales francesas ha confirmado los grandes trazos que deparó la primera, siete días antes: una altísima abstención; la derrota contundente del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen; la victoria de los partidos tradicionales y de los candidatos que ya gobernaban, Los Republicanos (LR) en la derecha y el Partido Socialista (PS) y los ecologistas en la izquierda; la insignificancia del partido del presidente, Emmanuel Macron, y la persistencia del frente republicano, nombre que recibe en Francia el cordón sanitario contra la extrema derecha.

Pase a los llamamientos de los dirigentes políticos y de los medios de comunicación para estimular la participación en la segunda vuelta, la abstención únicamente ha descendido en un punto hasta el 65,7%, lo que significa que dos de cada tres franceses llamados a las urnas han preferido no votar. Las razones son variadas, desde la desafección política hasta la escasa importancia que los electores dan a las elecciones regionales pasando por la pandemia, entre otras. Francia, un país supercentralizado, reordenó el mapa regional en el 2015, reduciendo el número de regiones a 13, pero las competencias de los consejos regionales han seguido siendo mínimas en comparación con las comunidades autónomas españolas y ahora incluso, al ser las regiones más extensas, se ha perdido parte del componente de proximidad.

La derrota de Le Pen es tanto más relevante cuanto que hace solo unos meses se preveía que podía hacerse con la victoria en varias regiones. No ha ganado en ninguna, ni siquiera en la que el RN estaba mejor situado tras llegar en cabeza en la primera vuelta, la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, donde ha vencido ampliamente el candidato de la derecha de Los Republicanos gracias al funcionamiento del frente republicano. La lista de izquierdas se retiró para cerrar el paso al RN y sus votos han ido a parar al representante de la derecha tradicional. Este fracaso no quiere decir que las opciones de Le Pen en las presidenciales del año próximo queden anuladas, pero sí debilitadas, aunque es muy arriesgado extrapolar los resultados de estos comicios locales a las elecciones a la presidencia.

En esa carrera, Macron sigue siendo el favorito, pese a su falta de presencia en el mapa regional, con menos del 10% de los votos. La República en Marcha (LREM) sigue siendo un partido sin implantación en el territorio, con unos cuadros inexpertos y de aluvión, pero la elección presidencial se juega en un terreno mucho más personal y el presidente de la República cuenta aún con una popularidad superior a la de sus antecesores a menos de un año de la cita electoral. En la derecha aparecen al menos tres barones –Xavier Bertrand, Laurent Wauquiez y Valérie Pécresse– que pueden aspirar a pasar a la segunda vuelta de las presidenciales. En la izquierda, pese a que ha mantenido cinco regiones por siete la derecha, no se vislumbra ningún candidato con posibilidades.