La llegada de Isabel Díaz Ayuso (IDA) a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid muestra el nivel deprimente que puede alcanzar la política. IDA representa el trumpismo.

Según Guillermo Fesser, Trump llegó al poder con un eslogan hueco: «No tenía programa, una frase hueca y grandilocuente que nadie podía negar». El «make America great again», «hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande» equivale al lema de «libertad» de la candidata a la reelección en Madrid. «¿A quién no le va a gustar la libertad? Luego rascas y ¿qué hay debajo? La estrategia es no hacer nada realmente, pero ir de salvador del mundo y demonizar a los demás. Como yo no tengo nada que proponer, voy a hacer que los demás, comunistas, socialistas e independentistas sean tan malos que cuanto más exagere, más me necesitarán. Tanto Trump como IDA se apropian de los símbolos de la patria como la bandera. Son «populistas», mas cuando llegan al poder, evisceran los servicios públicos en favor de lo privado. Y no porque piensen que vayan hacerlo mejor, sino porque es negocio para sus amiguetes. Al final un método de defensa de privilegios obsoletos, discriminatorios y racistas, indefendibles camuflados bajo el señuelo de la libertad y de defensa de la patria.

Más similitudes con Trump. La posverdad, «el combate del covid-19 en Madrid ha sido modélico», a pesar de los números de muertos y el protocolo de la vergüenza para no derivar los ancianos enfermos de las residencias a los hospitales. Rebajas fiscales, migajas para los de abajo y grandes regalos para los más ricos, a través de exenciones de impuestos de sucesiones, patrimonio y donaciones. La bajada del IRPF prometida supondrá a los de menores rentas un ahorro, de media, de 25 euros, frente a los 519 de los que más ganan. Presencia constante en los medios, marcando la agenda política. Han sido muy hábiles quienes diseñaron su campaña electoral. Supongamos que los hechos te perjudican y están en tu contra, como la gran mortandad en las residencias, y cuanta más gente se concentre en la realidad, peor será para ti. En estas circunstancias hay que realizar una maniobra: «Arrojar un gato muerto –que llega el socialismo y el comunismo– sobre la mesa». Todos gritarán: ¡Dios, amigo, hay un gato muerto en la mesa! En otras palabras, estarán hablando de él y no del tema que te perjudica. Tal estrategia ha sido muy usada en la política. Boris Johnson, en una columna en The Telegraph reveló el consejo que le dio el estratega político australiano Lynton Crosby, artífice de su campaña a la alcaldía de la capital inglesa para ganar en las elecciones de 2008 y de 2012: había que tirar un gato muerto en la mesa.

Poco ha, la flor y nata de la sociedad madrileña, los 1.620 asistentes en el Auditorio Nacional de Madrid ovacionaron con auténtico frenesí casi ocho minutos a Plácido Domingo, en un acto presidido por IDA. Le aplaudieron a rabiar, con gritos de «eres el más grande». IDA señaló: «Para mí es un orgullo tenerlo entre nosotros, es uno de los mejores tenores y ha sido uno de los mayores embajadores que ha tenido España». ¿Cabe mayor degradación que homenajear a un caballero, conocida su trayectoria por el mismo confesada hacia las mujeres? ¿Entre los 1.620 asistentes, habría mujeres? Todas ellas: ¿qué les dirían a las mujeres que han denunciado tales abusos? También, les dirían, ¿eres el más grande? Hay mujeres que deberían respetarse a sí mismas. Trump señala que a la mujer hay que maltratarla. En esos vergonzosos aplausos había una revancha encarnizada contra el movimiento #MeToo y feminismo.

En relación a los indultos: «¿Qué va a hacer el Rey de España a partir de ahora? ¿Va a firmar esos indultos? ¿Lo van a hacer cómplice de esto?». ¿Está instando al Rey al incumplimiento de la Constitución? Como Trump, los ataques institucionales se normalizan. Aquel al Congreso y esta a la Monarquía. En una Monarquía parlamentaria, el Rey debe sancionar y promulgar las leyes. Está obligado a sancionar la ley aprobada por el Parlamento; y deberá hacerlo en el plazo de quince días, promulgándola y ordenando su inmediata publicación, como determina el artículo 91 de la Constitución. Sobre el expedir los Decretos del Consejo de Ministros, nuestra Constitución deja a las claras que se trata de una «función-deber», sin que le sea dado al Rey cuestionar el estampamiento de su firma so pretexto de vicios o irregularidades en la norma aprobada en Consejo de Ministros.

IDA está crecida. Está en una nube. Está tan endiosada, ya que los medios capitalinos –Bertín Osborne la lleva a su programa–, su partido político, y la mayoría de la sociedad madrileña le están diciendo «qué grande eres», «eres la mejor», que al final se lo ha llegado a creer. Hay que tener la cabeza muy bien amueblada para no sucumbir ante tanto incienso. Y por ello, cree estar legitimada para decir cualquier cosa, por estúpida que sea –Madrid es el lugar donde se puede vivir sin encontrarte a tu ex– aunque no sé si las palabras que dice, son suyas o del gran Miguel Ángel Rodríguez.

Una reflexión final. La opinión crea sus ídolos a su antojo; ante los mayores desaciertos de sus criaturas no modifica su juicio y los perdona. Bájese de las nubes. Cuidado. Porque, con frecuencia es más fácil llegar a la cumbre que conservarse en ella. A veces se cae por las mismas causas que produjeron la elevación.