Cual mosca tabanera o furioso moscardón, el nuevo presidente de la Generalitat, Aragonès, tan pesado o más que el anterior, aquel preterido y olvidado Quim Torra, multiplica el zumbido del referéndum, alterando la placidez del verano.

Es un poco también la suya la canción de la ociosa cigarra y sus brindis al sol mientras el resto de hormiguitas, todos esos laboriosos españoles, siguen acarreando grandes pesos y duras tareas.

El moscardón independentista y su zumbón aleteo irrita a tantos que muchos lo persiguen con el matamoscas, o a banderazos, a ver si lo descalabran de un papirotazo.

Pedro Sánchez, en cambio, protector de todas las especies del poder, estén o no en vías de extinción, ha asegurado al zángano catalán que podrá seguir a gusto y a salvo en su colmena, decretando para su seguridad una zona neutra, que no neutral, donde la sombra del Estatuto y de la Constitución se alargan un poco más en el cénit de la legislatura, siendo esas horas solares aptas para iluminar algún tipo de solución…

¿A qué?

Porque esa, la zumbona táctica de merecer un «encaje», acuerdo o trato excepcional es ya la única estrategia de los moscardones de Esquerra, de su tábano parlamentario, Rufián, y de los avispones de la antigua Convergencia y su nueva abeja reina, Laura Borràs, cuya picadura provoca ronchas como butifarras, irritando el cuerpo serrano de España como con urticaria o sarna.

Al margen de ese zumbido e irritación dérmica, ¿qué hay? Parece que nada más. Como tampoco lo hubo cuando Ibarretxe, ¿recuerdan?, aquel lendakari del PNV, fue al Congreso de los Diputados para explicar por qué los vascos debían votar su referéndum y acabó presentando armas a su abuelo ideológico, el nazi Sabino Arana.

De la misma forma, si Aragonès decide comparecer en el Congreso para explicar las razones por las que Cataluña debería votar su independencia, ¿a quién apelará? ¿Al supremacista Maciá? ¿Al corrupto Pujol? ¿Al malversador Junqueras?

A los tábanos indepes sólo les queda ya ese molesto zumbido en las horas de siesta de la democracia española. Sería de desear que Moncloa, más que estudiar el origen del zumbido por frotamiento de alas se las corte con un insecticida capaz de atontarlos un poco más de lo que ya están, a ver si emigran con su molesta música.