El descubrimiento en Canadá de cientos, tal vez miles, de tumbas de niños indígenas ha convulsionado el presente del país y removido su pasado. El presidente Trudeau se ha visto obligado a salir al paso de esta dramática noticia y a pedir perdón a las víctimas. Asimismo, el papa Francisco ha compartido tal y preventivo perdón, a la espera de que las investigaciones aclaren la posible participación de la Iglesia en este ¿genocidio?

¿Contra quiénes? ¿Y a quiénes piden las autoridades perdón?

A todas aquellas familias nativas que, en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo XX, confiaron la educación de sus hijos a preceptores blancos, directores de centros escolares, religiosos… Habiéndose aquellos poderes y próceres presuntamente conchabado para exterminar a una generación de molestos ocupantes de un suelo canadiense que el poder blanco aspiraba a dominar en su geográfica totalidad, incluyendo los subsuelos árticos, ricos en petróleo, minería y gas.

Según los siniestros datos que van aflorando, la mecánica exterminadora de la matanza esquimal bien pudo disfrazarse en pretendidos «experimentos nutricionales». En sus colegios de acogida, miles de alumnos de raza ártica eran sometidos a distintas pruebas para evaluar su «capacidad de resistencia». Mal comían, mal vestían, y cuando enfermaban eran tratados como cobayas humanos, recibiendo vacunas y fármacos no testados. Contagiándose de nuevas enfermedades para las que carecían de inmunidad, morían de fiebres, frío o desnutrición, siendo inhumados en lugares secretos, siniestros cementerios de niños que hoy están saliendo a la luz para horror de la opinión pública mundial.

A medida que avance la investigación iremos conociendo los nombres de los responsables, pero todo apunta a una amplia conjura en base al supremacismo blanco y la impunidad de instituciones imaginariamente democráticas y solidarias, pero que en ningún caso denunciaron los abusos, los experimentos humanos, los crímenes…

El mundo anglosajón inventó una «leyenda negra» contra España para perjudicar sus intereses mientras ingleses, canadienses y australianos aniquilaban a las tribus indígenas. Pero la suya, su leyenda negra, el exterminio de pueblos enteros, está aflorando ahora, a medida que se desentierran los huesos de sus víctimas.