La esperada remodelación de Gobierno de Pedro Sánchez tuvo ayer un calado y una extensión que nadie vio anticipadamente. Solo quedaron al margen de los cambios las áreas de economía y seguridad y los ministerios asignados a Podemos en el pacto de coalición. Lo más sorprendente y significativo es la salida del Ejecutivo del núcleo duro del presidente formado por Carmen Calvo, su vicepresidenta política, por José Luis Ábalos, su referente en el partido, y por Iván Redondo, su asesor estratégico. Las disputas entre ellos por la coordinación del Gobierno y algunos errores compartidos, como la moción de censura en Murcia que desembocó en las elecciones autonómicas en Madrid con pésimos resultados, explican este giro copernicano. El resto de salidas se explican por tratarse de ministros con los deberes acabados y muchos rasguños o con un perfil político casi inexistente, aunque por este motivo también hubieran estado justificadas las salidas de algunos ministros de Podemos.

Sánchez quiere agotar la legislatura, tener al PSOE engrasado para ganar las municipales y las autonómicas y llegar vivo a las elecciones generales. Y ha buscado perfiles que le ayuden a todo ello: gente próxima, del mundo municipal, mujeres, con experiencia política pero también profesional, una nueva generación para plantar cara a diestra y siniestra y para aprovechar al máximo la recuperación económica y los fondos europeos. Y en este contexto ha elegido a la delegada del Gobierno en Aragón, Pilar Alegría, para la cartera de Educación y Formación Profesional, convirtiéndose en la primera mujer aragonesa que alcanza un ministerio.

A Sánchez le gustaría que no hubiera ningún ruido. Queda claro que el presidente del Gobierno no se va a amedrentar por el griterío de la oposición. Va a perseverar aunque para hacerlo prescinda de quienes le han ayudado en estos tres primeros años. Todo indica que algunas encuestas o algunos pálpitos son peores para las expectativas electorales del PSOE de lo que se ha reconocido públicamente. El calado de la remodelación así lo demuestra.

Ahora pasa página y pone el foco en la recuperación, de la economía, de la iniciativa política y del mismo PSOE. Lo de ayer es un reencuentro con el PSOE, pero posiblemente para hacerlo distinto a partir del congreso de octubre. Hay que reconocerle a Sánchez valentía y determinación, cualidades que en algunos momentos le convierten en un temerario, pero esta última jugada demuestra que no tiene problema en cambiar lo que no acaba siendo disfuncional aunque algún día resultó imprescindible. Todo un aviso para los que desde el lunes serán su nuevo núcleo de confianza.