El tonto tiene una gran ventaja sobre el hombre de ingenio: a diferencia de éste, siempre está contento de sí mismo. Esta frase se la adjudican en internet a Napoleón y a Marlene Dietrich, o sea que no tengo ni idea de quién la dijo. Así es internet: muchas veces hay que coger con pinzas lo que se lee.

Como el asunto del tonto de la semana, el tiktoker Naím Darrechi, que cuenta cómo engaña a las mujeres con las que se acuesta diciendo que es estéril, para que accedan a tener relaciones sexuales con él sin condón. Darrechi se lo cuenta, además, a un youtuber que se llama Mostopapi, que se carcajea del tema, porque también es varón y el truquillo de Naím le debe parecer la pera.

El caso es que el tal Naím tiene 26 millones de seguidores en Tiktok, y aunque solo a un uno por ciento le parezca cosa de imitar su comportamiento, tenemos todos un problema. Verán: tengo hijos veinteañeros, y es cierto que muchas veces me achacan que me he quedado antigua, que los jóvenes están a otras cosas. Hubo un tiempo en el que sentía que tenía que conectar con este mundo joven para ver qué me pierdo. Pero ¿saben qué les digo? Que un tonto es un tonto, sea en Tiktok, sea a tu lado en la barra del bar, o sea escribiendo en el Times. Y que el nivel de casi todos estos pseudo comunicadores de Tiktok es de penoso para abajo. Y que escuchando a Darrechi y a Mostopapi, me digo que porque esto sea lo que siguen los jóvenes, no me tengo que esforzar en ver el lado positivo ni en entenderlos. Un tonto es un tonto, ya les digo, y nos equivocamos si pensamos que diciendo que son cosas de chavales el asunto tiene menos importancia. Aunque a mí me sigan cuatro personas y a Naím 26 millones, para mí el tonto es él.