Pink Floyd editó en 1977 su disco Animals. Cinco cancionzacas. Para qué más. Sobradísimos. Perros, cerdos y ovejas como cancionero alegórico a la fábula política Rebelión en la granja de George Orwell, ese señor que fue brigadista del POUM del ribagorzano Joaquín Maurín, combatió en la Sierra de Alcubierre, fue herido cerca de Huesca y te adelantó que ibas a estar vigilado por Siri aunque no fuera en 1984.

Mientras el rasgueo de David Gilmour se confundía con el balido en Sheep en España se iniciaba la Transición y el planeta se consumía en una nueva crisis por el crudo. Europa aún estaba lejos, aunque en Chistau sólo distaba un puerto. Entonces por esas hendiduras del Pirineo pastaban más de 10.000 uvellas.

Este año poco más de mil subirán a los pastos de Biados y La Comuna. La ganadería extensiva se va apagando en los valles pese a que hace unas semanas se culminaba la trashumancia del llano a la montaña como cada verano, como cada milenio. Cerca de Bisaurri existe una cueva, Els Trocs, donde se hallaron restos de pastoreo de hace 7.500 años. Aqueras montañas habrían sido la cuna de la ganadería. Ahora son su tumba.

El gran depredador de la extensiva no calza pelo. La devoran las garras de la industria del estante de compra rápida, la reducción de costes estabulados y de pienso para ser competitivo, los mínimos de calidad para un consumidor de bolsillo estrecho y la comilona del distribuidor.

La destripan unas leyes que entorpecen en burocracia la producción artesana, el mercado de cercanía, las explotaciones familiares, las de toda la vida, eleva los requisitos para plantar una granja hasta hacer la vida más imposible a un trabajo duro, normalmente heredado, vocacional sin vacaciones y con poca mano de obra disponible, casi toda exportada.

Ahora que Europa somos todos y se negocia una nueva PAC, los políticos deben remediar esta extinción de la ganadería de calidad, donde no se cobre por hectáreas sino por necesidades. Deben aligerarse las cargas para que haya una apuesta real para que los rebaños vuelvan a los prados en las alturas, provocar una rebelión hacia el pasado. Volver a 1984.

Esta semana que tanta demagogia se ha hecho con el consumo de carne, donde las trincheras de la comunicación política han vuelto a silenciar el mensaje, debemos escuchar de fondo esos balidos, esos mugidos que marcan lo que fuimos y lo que deberíamos seguir siendo. Por nuestra cultura y nuestra salud. Porque el monte siga siendo monte y no un solo tu parque de atracciones.