Llevamos ya varios días con los contagios desbocados y como viene siendo habitual, pero no conveniente, con esa guerra de cifras, de reproches, de insultos, de búsqueda de responsabilidades de los otros, como si los unos no gobernaran en ningún sitio y los otros gobernaran en todos. Sin haber abandonado el ambiente enrarecido anterior, la liberalización en el uso de la mascarilla en determinados supuestos y la modificación de las fases que han constreñido nuestra libertad hasta ahora, han provocado que muchos ciudadanos interpreten que la barra libre ha llegado a nuestro país y el virus ha desaparecido para siempre. Para continuar con la ceremonia de la confusión, un Tribunal Constitucional incompleto y partido por la mitad ha declarado inconstitucional el primer Estado de Alarma de Pedro Sánchez que fue respaldado en su primera prorroga en el Parlamento por 321 diputados, no hubo votos en contra y 28 diputados de grupos independentistas se abstuvieron. En un momento tan grave y complicado, parece ser que a juicio del TC sus señorías no estuvieron muy acertados. Aunque vistos los votos particulares y si el TC hubiera estado completo quizás la sentencia hubiera caído al contrario. Pobre papel el de este TC que interpretando la misma norma sentencia con mayorías tan escasas, que serán suficientes, pero que en asuntos tan espinosos sería deseable que fueran por unanimidad.

Incremento de la presión

Sin sentencia y con sentencia ha bastado que unos cuantos jóvenes y menos jóvenes hayan decidido recuperar el tiempo perdido para que las cifras de contagiados por covid se hayan incrementado a niveles alarmantes y puesto en peligro una parte de lo conseguido. Esto ha provocado un incremento de la presión sobre la sanidad, que empezaba a respirar y que los países de nuestro entorno hayan dado la alerta y señalado a España como destino poco fiable para las vacaciones.

Mientras tanto, este paso atrás no está dando lugar a debates constructivos que aporten las mejores soluciones a los problemas que día a día el covid va generando. Desde la oposición el PP sigue ocupando su tiempo en descalificar permanente cualquier decisión que salga del Gobierno y mirando de reojo a su izquierda y derecha, tratando de engullir a Cs y extremándose hacia VOX para rascar los votos suficientes que le permitan ser alternativa de gobierno.

Este paso atrás ha introducido en el debate palabras gruesas de sector de la hostelería y el turismo. Ya se han puesto en marcha medidas restrictivas pero habrá que pensar que quizás no todos los negocios son lo mismo. Puede que sea necesario no tratar igual un bar o restaurante de la zona interior o de un pueblo, que esas grandes cadenas y grupos que son capaces de meter tres mil personas en una fiesta o concentrar en una sala a centenares de personas. Lo cierto es que la irresponsabilidad de algunas empresas de este sector ha provocado un retroceso que va a afectar al sector de los jóvenes y a la sanidad de nuestro país y otros sectores que hasta ahora han tenido un comportamiento impecable.

Esta situación ha sido analizada en tertulias de los medios de comunicación, se han escuchado las más variadas opiniones con soluciones mil, críticas al gobierno y oposición, a los jóvenes, a la hostelería, se ha pedido pedagogía y también se ha escuchado a alguno de los tertulianos y moderadores recordar que si después de casi año y medio de pandemia y después de todo los sufrido, todavía queda algún español al que le tengan que decir que es lo que tiene que hacer en cada momento.

Respeto

Pero la realidad parece indicar que una parte de la ciudadanía y de ciertos sectores empresariales no respetan las más elementales normas de prudencia. Sería conveniente conocer porque se pudo celebrar una fiesta con miles de personas, quien la autorizó y porqué. Lo mismo que esas concentraciones masivas que se han producido en otras partes del territorio y que ha contagiado a miles de jóvenes. Después de exigir durante tanto tiempo ayudas, respeto para su profesión, lamentarse de tantos y tantos millones de pérdidas, con estos comportamientos se han faltado al respeto propio y se lo han faltado a los demás, sobre todo a aquellos compañeros de profesión que lo están haciendo bien. ¿Dónde está su responsabilidad cuando en sus locales se saltan los aforos, se concentran en sus terrazas y fuman sin separarse o se sientan sin mascarilla sin guardar la distancia debida? Si en los centros comerciales, empresas y cualquier tipo de establecimiento se cumplen las normas, ¿porque a algunos del sector hostelero, del ocio y del turismo les cuesta tanto hacerlas cumplir?

Se ha acusado a nuestros jóvenes de irresponsables cuando hasta ahora habían cumplido; haría falta saber cómo se conjugaron las circunstancias y la falta de control para que la desescalada terminara con semejante locura. En todo caso sería una irresponsabilidad compartida, porque han sido muchos los que se han aprovechado de ellos con un fin únicamente especulativo. Nuestras autoridades en vez de discutir, deberían ocuparse para que todas estas situaciones no vuelvan a repetirse y si alguien se merece una sanción que se sancione, porque por un interés particular no se puede poner en peligro el interés de todos.