Al caer en domingo la festividad de Santiago, 2021 está siendo jubilar, o año santo compostelano, el cual, y excepcionalmente por causa de la pandemia, se prolongará hasta que finalice 2022.

Como buena parte de las tradiciones cristianas, el año jubilar hunde sus raíces en la religión judía del pueblo de Israel. En aquella sociedad de la Antigüedad clásica los legisladores hebreos instituyeron una fiesta (que tenía lugar cada 50 años) en cuya celebración las deudas de las familias quedaban perdonadas.

Esta fiesta, incorporada desde sus inicios por la Iglesia, se tradujo en las indulgencias plenarias (el perdón temporal de los pecados) que el Papa concede en celebraciones y ocasiones especiales. Claro que para acceder a esta gracia (disfrutar del júbilo del jubileo) es preciso hacerse acreedor de la misma a través de –por ejemplo– rezar unas determinadas oraciones, cumplir una penitencia, o llevar a cabo una promesa durante el período jubilar.

Y en el caso de Santiago (compatrón de España, junto a Santa Teresa de Jesús) y su actual año jubilar, el Xacobeo 2021-22, nada mejor que cruzar la Puerta Santa de la catedral de Compostela que, desde el 31 de diciembre del pasado año y hasta el mismo día del año 2022, permanecerá abierta con este propósito. Y si además se cumple con el rito después de haber hecho el Camino de Santiago y conseguido la compostelana (acreditación de haber realizado –al menos– los 100 últimos kilómetros a pie, o 200 en el caso de que se hayan completado en bici) aún mucho mejor.

Como integrante del grupo de los 12 apóstoles, Jesús dio a Santiago el sobrenombre de Boanerges (hijo del trueno) debido a su impetuoso carácter. Pero en los más tempranos textos cristianos Santiago aparece con el nombre de Sanctus Iacobus (San Jacobo) que es la forma latina de su nombre hebreo: Iaakov, que significa talón, lo cual no deja de ser una curiosa y premonitoria referencia a los peregrinos que, desde hace siglos, caminan a Santiago de Compostela, en la cripta de cuya catedral se encuentra la venerada tumba del apóstol.

Por otro lado, en cuanto al nombre latino de Santiago (Iacobus) cabe decir que del mismo derivó –en lengua romance– el de Iago, o Yago. De manera que Sanctus Iacobus (el apóstol que puso los primeros cimientos de la Basílica del Pilar, erigidos sobre la columna en que en Zaragoza, y a orillas del Ebro lo visitó la Virgen) pasó a llamarse San Yago. Y a partir de ahí, adjetivo y nombre se unieron en una sola palabra: Santiago, cuya variante en portugués es Tiago, también con el significado de Diego.

Sin embargo en la lengua francesa el Iacobus latino derivó a Jacques, de manera que el nombre con el que Santiago es conocido en Francia es el de Saint Jacques, tributando los franceses al apóstol, si no igual, casi la misma devoción que se le tiene en España. Tanto fue así que durante la Revolución Francesa (iniciada en 1789) a los furibundos jacobinos se les dio este nombre por transferencia del que anteriormente se había dado en París a los frailes dominicos, debido a que su monasterio estaba ubicado en la calle de Saint Jacques. Y como quiera que Robespierre, Marat y resto de correligionarios de la radical facción revolucionaria tuvieron en aquel –una vez desamortizado– monasterio su club, los franceses les llamaron del mismo modo que a los dominicos: jacobinos. Aparentemente una curiosa y estridente contradicción, aunque quizá no tanto, si se tiene en cuenta que Robespierre no quiso tanto la destrucción de la religión cristiana, sino su sustitución por una nueva: la del ateísmo.

Pero volviendo al Camino de Santiago, no hay otro más célebre y genuino que el del Camino Francés, que comienza en Somport y uno de cuyos hitos internacionalmente más importantes es el de la ciudad de Jaca y su inigualablemente hermosa catedral románica. Pues bien, el nombre prerromano de Jaca (Iacca) es asombrosamente similar al hebreo de Santiago (Iaakov) y al latino Iacobus. Y a pesar de que la coincidencia es fruto de la más pura casualidad, no deja de resultar sorprendente.

Porque en cuanto a similitudes, ya hace tiempo que la sabiduría popular acuñó el dicho de que “todos los caminos llevan a Roma”, porque todos, pese a trazados distintos, pretenden una misma meta. Y quizás ¡quién sabe! si en el ánimo de quienes dieron a Jaca su primitivo nombre –Iacca– anidaba un inconsciente deseo de que aquel territorio, llamado a ser el corazón del gran Reino de Aragón, se expandiera hasta Santiago de Compostela, es decir, hasta el Finisterre de Europa. Y el flamante Hostal de los Reyes Católicos, que luce majestuoso al lado de la compostelana catedral, como histórico testigo pétreo de aquella fantástica peregrinación: de Iacca, a Santiago.