El anuncio del cierre de la estación de esquí de Candanchú, si no se adoptan medidas urgentes para reflotarla, ha dejado al tejido social y empresarial del valle del Aragón en 'shock' por la afección económica que supondrá para la zona. Se calcula que el cierre del centro invernal, uno de los más antiguos de España, supondría el despido de unos 30 trabajadores fijos y un centenar de eventuales y tendría una incidencia directa sobre unas 2.000 familias cuyos negocios dependen de ella en la temporada de invierno.

El tiempo corre en contra y es por ello que alcaldes, empresarios, empleados y asociaciones del valle se reunieron ayer para mostrar su unidad y exigir al Gobierno de Aragón y al hólding de la nieve aragonesa, Aramón, un plan de viabilidad y de futuro para un motor económico que puede acabar gripando al entorno.

Los problemas de este centro invernal no son nuevos, se arrastran desde hace más de una década, cuando la propietaria, Etuksa, dejó de pagar a proveedores y trabajadores y entró en concurso de acreedores. Tuvo que ser el Gobierno aragonés el que tomara las riendas de la gestión ejerciendo de avalista de una empresa privada que le exigía 28 millones de euros para integrarse en Aramón. Todo para evitar que, según el entonces presidente de Aramón, el popular Roberto Bermúdez de Castro, «se les cayera el valle». Con el contrato de gestión se salvaron la temporada, las instalaciones y el entorno, y comenzó a fraguarse el plan B, consistente en propiciar la unión de las estaciones del Aragón --Astún y Candanchú-- con las del valle de Tena --Formigal y Panticosa-- gestionadas por Aramón.

La declaración de interés general de este plan fue aprobado en marzo de 2015 y un año después, Etuksa la vendió por dos millones de euros a Ibernieve, una sociedad formada por las familias Yarza, Forcén, Alierta y Soláns, que se comprometió a modernizar las instalaciones y a revitalizar un negocio que, cinco años más tarde, con un plan B no ejecutado, ya no resulta viable.

Achacar la ruina a la pandemia y a la incertidumbre que se cierne sobre la próxima temporada no ha sido tan determinante cuando la vecina Astún ---con una gestión saneada y bien dirigida-- fue la única que abrió el pasado invierno y con buena entrada. Más bien parece la necesidad de una empresa privada de recabar fondos públicos con un valle como escudo.

No obstante, la situación de Candanchú debería servir para reflexionar también sobre los riesgos que conlleva fiar el desarrollo de un territorio a un solo sector económico.