La renuncia de la mejor gimnasta del mundo, Simone Biles, a competir en, al menos, dos pruebas de los Juegos de Tokio, ha alcanzado una repercusión mundial a la altura de su categoría deportiva. La actualidad informativa de la cita olímpica estuvo dominada por la decisión de la estrella estadounidense de priorizar su salud mental a su carrera. Y aunque rápidamente se especuló con los motivos que estaban detrás de los «demonios en la cabeza» que la propia Biles refirió –que si la enorme presión a que son sometidos los deportistas de élite, que si los abusos sufridos por parte de un entrenador durante años...–, ese ámbito entra dentro de su esfera más personal. Para el debate público queda qué importancia estamos dando como sociedad a la salud mental, qué trato damos a las personas que atraviesan una situación psicológicamente difícil y cuánta carga deben soportar esas personas antes de dar a conocer –si es que llegan a hacerlo– su situación. Los psicólogos advierten de que los problemas de salud mental han aumentado con la pandemia.

Biles no es la primera deportista de primer nivel que interrumpe su carrera por ansiedad o depresión (ya lo hicieron Michael Phelps, Andrés Iniesta, Álex Abrines y, más recientemente, Naomi Osaka, por citar solo unos cuantos). En casos como los anteriores, se puede deducir que estar en lo más alto supone en ocasiones una responsabilidad demasiado difícil de soportar. Pero la sensación de llevar «el peso del mundo sobre los hombros» –nuevamente, una expresión de Biles– o de, simplemente, no poder seguir adelante aunque no se sufra ninguna lesión ni enfermedad física puede llegar a afectarnos a todos, personajes famosos y gente corriente. Que sean caras conocidas quienes hablen abiertamente de sus casos visibiliza realidades cotidianas que muchas veces se ocultan por la vergüenza del estigma.

Así que el anuncio de Biles, con ser una noticia triste, nos trae reflexiones positivas: la primera, que con sus declaraciones públicas ayuda a normalizar los problemas de salud mental, y la segunda, que al preferir retirarse antes de unas pruebas y no después sitúa en el centro lo que es realmente importante. Creer en la salud mental es dejar de estigmatizar a nivel particular a quienes sufren algún problema psicológico o psiquiátrico y también es reforzar a nivel colectivo nuestros sistemas públicos sanitarios. El lamentable episodio ocurrido en el Congreso, cuando un diputado popular espetó «Vete al médico» al portavoz de Más País, Íñigo Errejón, mientras este reclamaba reforzar la atención psicológica en la sanidad pública, da una idea de la incomprensión que empapa este debate.