Tanto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como el líder de la oposición, Pablo Casado, despidieron ayer el curso político en sendas comparecencias en las que expusieron ideas diametralmente opuestas. Sánchez y Casado deben vivir en países distintos porque solo así se explicarían tan profundas discrepancias al analizar la realidad.

El balance del presidente del Gobierno, en una conferencia de prensa más breve que lo habitual, fue excesivamente triunfalista y falto de autocrítica. En lo que respecta a la pandemia, Sánchez presumió del éxito –real– del proceso de vacunación en España, que, dijo, ha conseguido la medalla de oro en esta especialidad, pero no admitió los problemas de descoordinación entre el Gobierno y las comunidades autónomas o las diversas interpretaciones de los jueces sobre las medidas restrictivas, que, en la quinta ola del covid-19, sexta en Aragón, llevan a que en unas autonomías se autoricen los toques de queda mientras se niegan en otras.

El otro aspecto destacado del balance, además de la pandemia, fue la recuperación económica, en la que España se sitúa también en cabeza, según los organismos internacionales. El saldo positivo de la recuperación se vio apoyado precisamente ayer por los buenos datos de la Encuesta de Población Activa, que marca una bajada del paro de 110.000 personas, una creación de 465.000 empleos y un alza en el número de ocupados hasta alcanzar los 19.671.000. España recupera nueve de cada diez empleos perdidos durante la pandemia.

Sánchez presentó asimismo unos números muy optimistas sobre el cumplimiento de los compromisos adquiridos por el Gobierno, que cifró en 1.463, de los que se ha cumplido el 33%, uno de cada tres. Estas cifras forman parte del plan Cumpliendo y se calculan con un método ideado por una docena de expertos independientes. Sobre el cumplimiento de los acuerdos en el seno del Gobierno de coalición, el porcentaje es también del 33%.

Frente a una oposición que calificó de «destructiva», Sánchez hizo llamamientos a la unidad y a la cohesión social y territorial y rechazó la confrontación. Acusó de nuevo al Partido Popular de bloquear la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y otros órganos constitucionales.

Frente al optimismo de Sánchez, Casado optó por el catastrofismo. Tras denunciar el triunfalismo del presidente del Gobierno, concedió irónicamente las medallas a la destrucción de la economía y del empleo, y denunció los pactos con ERC y Bildu. Sánchez es el culpable de todo para el líder de la oposición, que dio por hecho, si es elegido, el pacto para renovar el CGPJ en gran parte por los jueces. Negó así el bloqueo, pero no explicó por qué tampoco se renuevan los demás órganos. Habló de mentiras, inmoralidad y hasta de república bananera, y pidió la convocatoria de elecciones. Solo hizo una concesión: recibió con «esperanza» los datos de la EPA, pero, a continuación, dijo que si algo va bien en España es a pesar del Gobierno.