La Conferencia de Presidentes autonómicos dio para mucho. Ante el más que presumible intento de algunas autonomías de hacerse con el protagonismo, como casi siempre, el presidente Sánchez tiro de manual para hacerse notar y lanzó dos anuncios prometedores. Un lote adicional de más de tres millones de vacunas para acelerar el proceso de vacunación y la cesión a las autonomías de una buena parte de la gestión de los fondos europeos. Una decisión acertada pero anunciada en un lugar poco adecuado.

En la compleja relación territorial de España cabría entender que este tipo de encuentros son cada vez más necesarios pero no en el aprovechamiento del foco mediático y lanzar anuncios al estilo Sánchez. Una táctica que aplica Sánchez pero que es usada en ocasiones por otros presidentes autonómicos. Es el foco donde marcar el relato de cada uno en sus distancias con unos o en las diferencias con todos. El órgano de la Conferencia de Presidentes debería servir para armonizar lo que une a todas las autonomías en la mejora de la extremadamente difícil política territorial. Aún más con la notable ausencia del presidente de la Generalitat de Cataluña en su habitual desprecio a los actos institucionales del Estado.

En el formalismo que define a las verdaderas regiones históricas, como es el caso de Aragón, se debe de poner de relieve el buen hacer de una autonomía leal al concepto plural de nuestro país. Sin dudar, tampoco, en denunciar los comportamientos de quienes viven del Estado pero le sacuden cada día. Lo dijo Lambán, con toda la razón, en su denuncia por la ausencia del president Aragonès –qué cosas– que su ausencia suponía una anomalía democrática grave y que la bilateralidad debe exigir aceptar la multilateralidad.

Es precisamente dentro de esa normalidad democrática cuando cada autonomía debe poner sus necesidades encima de la mesa. Sin protagonismos desmedidos ni oportunismos electorales. En esa línea sería el momento oportuno de darle a la Conferencia de Presidentes autonómicos el estatus jurídico que requiere. Un impulso institucional que le daría el valor que debe tener. Y donde se hable de lo urgente y no de lo accesorio. Hay temas sangrantes que llevan años en un cajón ministerial sin ser tratados con premura: la financiación autonómica, la PAC sin derechos históricos o la realidad de la despoblación.

Era de esperar que tras el adiós de la factoría Redondo se volviera a primar la gestión en vez de la imagen. Los retos que este país debe acometer no pueden estar en manos de un gobierno que sigue en el regate corto y la cosmética política. Una oportunidad perdida (otra vez) en una Conferencia de Presidentes que, quizá, debiera ser el eje central por donde transite la política española. Una cogobernanza bien entendida y de lealtad mutua entre todas las autonomías.