"Al poco de tomar la salida se colocó a mi altura un atleta cuya respiración tan excesivamente ruidosa y forzada me llevó a pensar que si algún corredor acabaría abandonando la prueba, sin duda sería él».

Pero el deportista español Constantino Miranda (1925- 2009) quien se clasificaría en vigésima posición, se equivocó por completo en su diagnóstico. El hombre jadeante y de resuello aparentemente fatigoso, no solo acabaría ganando la prueba de los 10.000 metros en la Olimpiada de Londres de 1948 (los primeros Juegos Olímpicos que se celebraban desde 1936, una vez finalizada la II Guerra Mundial) sino que lo haría batiendo el récord olímpico, con un tiempo formidable, inferior –por vez primera en la historia de la prueba– a los 30 minutos. Aquel atleta, de nacionalidad checoslovaca, era Émile Zatopek, a quien (precisamente por su estruendoso pero bien estudiado sistema de respiración que tanto llamó la atención de Constantino Miranda) pronto se le pondría el apodo de La locomotora humana.

Casado con Dana Zátopková

En aquella Olimpiada de Londres Zatopek conocería a Dana (fallecida el 20 de marzo de 2020 a los 97 años de edad), atleta igualmente checoslovaca y que curiosamente había nacido el mismo día y año que él, el 19 de septiembre de 1922. En aquellos Juegos Dana ganó el oro en la prueba de jabalina y el corazón del plusmarquista olímpico. Contrajeron matrimonio poco tiempo después, permaneciendo unidos hasta la muerte de Émile, acaecida en Praga el 22 de noviembre de 2000.

La consagración de Zatopek como héroe del atletismo llegaría en la Olimpiada de Helsinki 52. En aquellos Juegos el atleta checo se hizo con tres preseas de oro (en las pruebas de 5.000 metros, 10.000 metros y maratón) y en las tres batió los récords olímpicos, constituyendo un logro deportivo hasta ahora no igualado.

Sin embargo, las condecoraciones del triunfo tienen también grabadas en su reverso la cara de la inevitable derrota. Para Zatopek llegó en la Olimpiada de Melbourne de 1956, de la mano de su amigo, el francés Alain Mimoun (un año mayor que él), quien después de haber sido el eterno segundón tras el deportista checoslovaco, conquistó el oro en la prueba de maratón de aquellos Juegos. La victoria de Mimoun había hecho perder el tren a la locomotora humana. Zatopek, que acabaría en sexta posición, no ganó el oro pero consolidó la amistad de un gran amigo. Cuando llegó a meta, el atleta francés estaba esperándolo. «Me alegro por ti, Alain», le dijo el checo. Y ambos se fundieron en un abrazo de hermanos.

Símbolo contra la invasión soviética

Y si bien es cierto que la Olimpiada de Melbourne fue el canto del cisne en la carrera deportiva de Émile Zatopek, no lo fue de su prestigio nacional, ni de su leyenda como deportista de élite a nivel mundial. Así cuando en el mes de agosto de 1968 la Unión Soviética invadió con sus tanques Checoslovaquia y se produjo el levantamiento de La Primavera de Praga, el atleta se posicionó del lado del político reformista Alexandre Dubcek y, haciendo valer su prestigio y su condición de oficial del ejército, acabaría siendo el símbolo más visible de las protestas contra la invasión. Las imágenes lo mostraron escalando con deportiva agilidad hasta las torretas de los carros de combate soviéticos, dialogando con los jóvenes oficiales rusos al mando, intentando convencerles de que desistieran de la ocupación.

Pagaría, no obstante, cara el atleta su honesta actitud. La consecuencia inmediata de su desaire a la URSS fue su purga inmediata, siendo despojado de todos sus anteriores cargos, llegando incluso a ser acusado de traidor a la clase trabajadora que con su esfuerzo había permitido sus triunfos.

De este modo, el deportista de quien se dice que corrió, de media, el equivalente a una maratón (42 kilómetros) diariamente, hizo bueno –tanto en el deporte, como en su vida personal– el aforismo de Henrik Ibsen: «El hombre más fuerte es también el más solitario». Sin embargo, nunca decayó su ánimo ni su olímpico espíritu de resiliencia. No podía ser de otro modo en el atleta que inventó el esprint final: «Cuando no puedas más, corre más deprisa».