En el primero de los viajes de Cristóbal Colón hacia «las indias orientales» la isla de Cuba fue la segunda en la que desembarcó y con el paso de los años se convertiría en uno de los principales territorios españoles en América. Tras la guerra que los EEUU nos declararon tras la explosión del Maine, dejaron de ser colonia española a la vez que Puerto Rico y Filipinas en lo que en nuestro país se conoció como el «desastre finisecular» de 1898.

La proximidad de la isla al territorio estadounidense hizo que muchos empresarios y políticos de ese país pusiesen sus anhelos de expansión en Cuba, sin duda el desarrollo de la isla fue lo que atrajo a algunos estadounidenses ya que desde España las industrias tabaqueras y azucareras se potenciaron desde sus inicios. La iglesia, el ejército y la universidad ayudaron a asentar allí una importante burguesía que hizo de la isla un potente centro de desarrollo económico siempre apoyado, claro, por la esclavitud.

Golpe de Estado

Tras la pérdida de la soberanía española Cuba pasó a ser, de hecho, una especie de protectorado de los norteamericanos. Técnicamente independientes, ya desde la elaboración de su primera constitución el papel de supervisión de los EEUU fue notorio. En los cambios de gobierno siempre se notó la mano del amigo americano que, no contento con ello, llegó a organizar todo un movimiento favorable a la anexión. Fulgencio Batista, antiguo sargento del ejército, supo manejarse bien entre políticos cubanos y empresarios norteamericanos, siendo ministro en varias ocasiones hasta que, definitivamente, se hizo con el poder con un golpe de Estado en 1952, convirtiendo la isla en una sucursal de los casinos de juego para adinerados. El descontento en ciertas capas sociales llevó a unos jóvenes a organizar una guerrilla armada que acabó con el régimen corrupto y convirtió la isla en un soñado (por ellos) oasis socialista. Fidel Castro fue el líder de este movimiento armado y del Gobierno que se instaló tras su victoria. Una cierta idea comunista pasó a ser la ideología dominante y ello les llevó a acercarse a la URSS y a alejarse de los EEUU.

A partir de este momento, 1959, la enemistad entre los estadounidenses y los cubanos ha sido la norma. En épocas de menos tensión la economía de la isla ha sido la perjudicada más visible y, a veces, el despliegue militar ha llegado a estar pronto a actuar, como en 1961 en Bahía Cochinos o, sobre todo, en 1962, con la crisis de los misiles que estuvo a punto de lanzar al mundo a una terrible guerra nuclear.

La condición de isla hace de Cuba un territorio muy especial y la economía de los lugareños depende en gran medida del exterior. Hasta 1991, con el fin de la URSS, la ayuda soviética hizo que los avances sociales fueran muy evidentes, especialmente en enseñanza y sanidad. Los muy subvencionados precios de muchos productos, especialmente energía, hicieron que un espejismo se instalara entre los cubanos y también en el imaginario de muchos ciudadanos del mundo.

Evidentes restricciones

Los orgullosos dirigentes cubanos no quisieron dar su brazo a torcer y no hicieron nada por cambiar una vez que desde Moscú ya no llegaban divisas. Los gobernantes estadounidenses tampoco, de tal manera que la relación de la isla con el vecino gigante se ha mantenido en todos estos años en un claro enfrentamiento. A ello está contribuyendo de forma decisiva el potentísimo lobby cubano en el exilio, de ideología abiertamente anticomunista, instalado sobre todo en Florida. El fallecimiento de Fidel Castro y el apartamiento del poder de su hermano Raúl no parecen haber ayudado a pacificar estas relaciones. El expresidente Obama hizo un tímido intento para poner fin a tantos años de enemistad pero le faltó tiempo. Trump, también en esto, lo estropeó todo lo que pudo.

Hace unos días Cuba ha vuelto a ocupar las principales cabeceras periodísticas del mundo. Algunos isleños, hartos del régimen dictatorial (no creo que este debate sea lo relevante pero el partido único no creo que permita otra definición) y de evidentes restricciones al ejercicio de muchas libertades, se han lanzado a la calle. De inmediato el Gobierno ha movilizado a los suyos, que siguen siendo la mayoría, y hemos podido ver manifestaciones de los dos signos.

Los cubanos, por sí solos, no pueden salir de este atolladero. El presidente Biden tiene mucho que decir, comenzando por suavizar el embargo, que a mí me parece criminal. Y la Unión Europea, con España de principal actor, debe forzar a los isleños y al gigante americano a hablar. Las penurias de los ciudadanos cubanos y la falta de libertades duran ya demasiados años.