La acusación de acoso sexual formulada por la Fiscalía de Nueva York contra el gobernador del estado, el demócrata Andrew Cuomo, tendrá efectos no solo en el plano personal, sino también en el de su partido, a año y medio de unas elecciones legislativas en las que arriesgará la mayoría en la Cámara de Representantes y el empate a 50 escaños con los republicanos en el Senado.

El hecho de que no menos de once mujeres hayan revelado el comportamiento inapropiado del gobernador lleva inexorablemente a ver en Cuomo la figura de un político acabado que daña gravemente la imagen pública del Partido Demócrata en uno de los estados clave en la movilización del electorado liberal.

No es solo que la presunta conducta de Cuomo sea del todo reprobable, sino que el gobernador pertenece a un partido que se ha significado en grado sumo durante los últimos años en defensa de los derechos de la mujer, y en la última campaña electoral hizo bandera de tal defensa mediante figuras como Kamala Harris, vicepresidenta en ejercicio. Todo lo cual explica que figuras demócratas relevantes, entre ellas Joe Biden, el alcalde Nueva York, Bill de Blasio, con el que siempre ha tenido enfrentamientos, o la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, hayan unido su voz para reclamar a Cuomo que renuncie toda vez que, en caso contrario, el escándalo dejará al partido bajo el fuego graneado de sus adversarios.

Las 74.000 piezas de convicción y las declaraciones de 179 testigos reunidas en un informe independiente son demasiado contundentes como para que Cuomo niegue las acusaciones, siga en el cargo y desafíe a sus víctimas.

De no presentar la dimisión, el siguiente paso será con toda seguridad, un proceso de destitución para forzar su salida del poder, instado por la Asamblea legislativa. Un juicio paralelo similar al que sufrió por dos veces el expresidente Donald Trump y con el que tanto se recrearon en el partido demócrata.