Han pasado ya 25 años de la mayor catástrofe natural que se ha vivido en Aragón, aquella fatídica tarde del 7 de agosto de 1996 en la que un torrente desbocado de agua y rocas se llevó por delante el cámping Las Nieves de Biescas y con él 87 vidas y cientos de familias rotas para siempre. La catástrofe natural evidenció un rosario de errores que demostró que la tragedia se podría haber evitado o, al menos, haber minimizado. La intensa tormenta que en ocho minutos colmató el barranco de Erés y provocó un inmenso desbordamiento en el cono de deyección del barranco de Arás, donde se situaba el cámping, que se convirtió en un gigantesco embalse. Ese lugar de ocio y veraneo contaba con las autorizaciones pertinentes, por lo que el posterior proceso judicial condenó como responsable civil al Gobierno de Aragón y al español. Las indemnizaciones, de casi 12 millones de euros, fueron para muchas familias destrozadas que hoy conviven con el dolor de aquel día y la necesidad de seguir hacia delante.

Fue un cúmulo de malas decisiones administrativas el que, sumado a la imprevisible meteorología, propició ese dramático suceso que sirvió para que desde entonces la legislación sobre seguridad en zonas de acampada sea de las más estrictas del mundo. Hoy afortunadamente sería muy difícil que un episodio como este se produjera. El barranco de Arás está mejor canalizado, la explanada en la que se situaba el cámping es un lugar arbolado de memoria y recuerdo y la población de Biescas, que dio un magnífico ejemplo de solidaridad auxiliando a la desesperada a cientos de familias de muchos lugares que en apenas ocho minutos lo perdieron todo, trata de pasar página.

Se obviaron los periodos de retorno de riadas de este tipo, que se repiten con una frecuencia de entre 200 y 500 años, y no se tuvieron en cuenta las dinámicas torrenciales de una zona geológica de alta montaña y las condiciones hidrológicas del entorno. Los testimonios que hoy se recogen en estas páginas siguen siendo estremecedores.

La tragedia de Biescas dejó muchas lecciones que 25 años después no se pueden olvidar. Hay que seguir siendo muy estrictos en la legislación medioambiental y aparcar todos los proyectos que pretendan desafiar a las leyes de la naturaleza. También compromete a tener presente que episodios meteorológicos tan violentos como el de Biescas pueden ser cada vez más frecuentes por el cambio climático, lo que obliga a no caer en chascarrillos negacionistas. Porque la historia está para aprender y rectificar, y tenerla bien presente para que no se vuelvan a repetir tragedias como la que se vivió en el valle de Tena hace ahora 25 años.