Hace unos días me encontraba visitando el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET), toda una joya con piezas que recorren más de 5.000 años de historia provenientes de todos los lugares y civilizaciones del mundo. La diversidad de pinturas y dibujos, esculturas, vestidos de época, instrumentos musicales y objetos en general, hacen del MET un museo impresionante a nivel mundial. Tras contemplar las maravillas del arte egipcio, griego y romano, el visitante puede aventurarse por el asiático e islámico. Después de pasar por el arte de la Edad Media, hay una pequeña galería de arte español de 1400 a 1600. Visitando esa galería, encontré una pieza cuya estética me resultaba familiar. Efectivamente, se trataba de un bonito jarrón mudéjar fechado en el siglo XV. Cuál fue mi sorpresa al leer en su descripción que provenía de Teruel y me sentí orgulloso de que mi provincia estuviera presente en dicha colección.

Visualizar en uno de los mayores museos del mundo una obra producida en los alfares de Teruel hace más de cinco siglos me hizo reflexionar sobre qué podremos ofrecer al mundo como patrimonio propio en el futuro. ¿No sería esa una reflexión que cada territorio de nuestro país debiera plantearse? Pienso que, en nuestro tiempo se han conseguido impresionantes avances tecnológicos y disponemos de la mayor cantidad de recursos materiales de la Historia. Sin embargo, nos preocupamos muy poco de conocer en profundidad y conservar nuestro patrimonio cultural. Ejemplos como la próxima demolición de la central térmica de Andorra y la construcción de macro plantas de renovables en la provincia de Teruel, demuestran que, paradójicamente, hoy no nos importa derribar nuestro patrimonio ni destrozar nuestro paisaje. Para justificar esta destrucción se escuchan constantemente argumentos economicistas, como los de crear riqueza (que luego se marcha) o empleo (escaso y temporal).

La preservación de elementos patrimoniales que forman parte de un territorio reposa en el futuro, sabe mirar y ver por encima de efímeras migajas monetarias. Me pregunto si un joven de mi edad dentro de apenas cien años podrá ver una casa, un paisaje, una fábrica o una cacerola de su pasado reciente. Un pueblo que no reconoce y conserva los valores históricos y sociales de su Patrimonio Cultural, no es capaz de estimarse a sí mismo como pueblo y no podrá ofrecer nada perdurable al futuro de la humanidad.