Opinión
El independentismo catalán: 1917
En 1914 el Gobierno presidido por Dato aceptó la existencia de la Mancomunidad de Cataluña

Los líderes independentistas indultados, tras abandonar la cárcel.
Durante el mes de julio he leído el riguroso y documentado libro de Roberto Villa, titulado 1917: el estado catalán y el soviet español (Espasa, 2021). De todos los temas que en dicha obra se analizan me ha parecido oportuno centrarme en el envite del independentismo catalán, dada la actualidad que este problema tiene desde la declaración de independencia que hizo la Generalidad en 2017 hasta la última semana de julio en que se ha celebrado la reunión bilateral entre el Gobierno regional catalán y el nacional. Un envite que, en contra de las justificaciones históricas que sus defensores actuales quieren vendernos, tiene sus raíces en el documento elaborado por Prat de la Riva en 1892 (conocido como las Bases de Manresa), el cual comenzó a tener efectividad política cuando en 1914 el Gobierno presidido por Dato aceptó la existencia de la Mancomunidad de Cataluña, pensando que con esa concesión se conformarían los independentistas. Como era de esperar, no solo no se conformaron sino que se dedicaron a debilitar al Gobierno español para maximizar sus demandas, exactamente igual que hicieron durante el segundo bienio republicano (1933-1936) y que han repetido desde el 2017 hasta hoy. Si se analiza la situación de esos tres momentos históricos se comprueba fácilmente que los tres tienen en común la existencia de una importante debilidad de los gobiernos españoles.
Empezaré por confesar que desconocía que en los últimos meses del año 1917 y los primeros de 1918 el rey Alfonso XIII estuvo a punto de caer y de implantarse la segunda república española. En dicha obra resulta meridianamente claro que la causa principal de ese importante hecho histórico fue la conjunción de una serie de situaciones, tales como la ruptura del partido liberal, las decisiones contradictorias del partido conservador, la presión ejercida por Alemania, Francia e Inglaterra para que España se involucrara activamente en la primera guerra mundial, la profunda división de los militares como consecuencia de las funestas consecuencias que sobre su carrera profesional tuvieron los fracasos en el protectorado marroquí y las movilizaciones de la UGT, CNT y del partido socialista para implantar en nuestro país un régimen idéntico al de los soviets rusos. Por desgracia, esa conjunción de factores negativos para la estabilidad española fue aprovechada por los militantes de la Lliga catalana, encabezada por Cambó, para lograr lo que no habían conseguido a través de los votos.
En el año 1917 los jefes de la Lliga no defendían abiertamente la independencia de Cataluña, ya que les resultaba mucho más ventajoso funcionar como un estado asociado a España, tal y como puede comprobarse en el siguiente texto (tomado de Villa, págs. 152-156): el Gobierno central debería renunciar a funciones básicas como las de recaudar impuestos o disponer de unas fuerzas militares en el territorio catalán dependientes de la jefatura del estado; el catalán sería en exclusiva la lengua oficial catalana; los tribunales de justicia tendrían que depender del Gobierno catalán, exigiendo a sus funcionarios haber nacido en Cataluña y garantizar que sus sentencias no fueran recurribles ante el tribunal supremo español; autonomía fiscal absoluta para el cobro de impuestos y para el uso de los fondos recaudados; autonomía total en materia de educación, lo cual implicaría disponer de un currículum propio impartido en catalán y selección de los docentes sin injerencia alguna del gobierno central.
No obstante, en todas las intervenciones públicas Cambó dejó patente que esas concesiones eran únicamente unas transacciones para llegar a la consecución de una España federal en la que la hegemonía castellana fuera sustituida por la catalana. Incluso cuando el Gobierno les ofreció indultar a los responsables del intento de golpe de estado producido en agosto de 1917, tanto Pablo Iglesias como Melquiades Álvarez, Alejandro Lerroux y el propio Cambó publicaron un documento en el que afirmaban que el indulto era una solución equívoca y vergonzante y que, por tanto, solo aceptarían la amnistía como obra de reparación y justicia (op. cit. pág 506).
No me queda espacio para demostrar que el proceso independentista catalán llevado a cabo durante el segundo bienio de la república fue una copia literal de lo que ocurrió en los dos últimos años de la Primera Guerra Mundial, e igualmente lo es el chantaje a que nos tienen sometidos los independentistas catalanes desde 2017. El primer envite se acabó con la instauración de la dictadura de Primo de Rivera y el segundo como consecuencia del resultado de la guerra civil más sangrienta que ha habido en nuestro país. Obviamente, no me atrevo a profetizar cómo terminará este tercer envite, pero mucho me temo que sea cual sea el final toda la ciudadanía española saldrá perdiendo.
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