Con el paso del tiempo la pandemia del covid-19 se irá alejando de nuestras vidas e iremos descubriendo asuntos que aparecieron en esos meses y que ocuparán parte de nuestra atención. Y la palabra cogobernanza se va a ir abriendo paso entre nosotros.

El viernes 30 del pasado mes de julio se celebró en la ciudad castellana de Salamanca la XXIV Conferencia de presidentes. En la comparecencia ante los medios de comunicación, Pedro Sánchez puso el acento en la importancia de que en nuestro país se pudiera ir profundizando cada vez más en la cogobernanza, textualmente la citó así. Tras la remodelación del Gobierno de España los nuevos ministros están concediendo entrevistas, como es habitual en estos casos, para que los vayamos conociendo y sabiendo de sus proyectos. Varios de ellos han utilizado la misma palabra, cogobernanza, para explicar cuál será el método de trabajo que seguirán en el cargo que desempeñan. Podemos interpretar que el Gobierno va a poner el acento en el futuro más próximo en esta idea, es decir, se trata de una estrategia a seguir.

Hay palabras que tienen una potente carga positiva. Democracia es el ejemplo paradigmático de esto que estoy diciendo. Es posible que cogobernar se convierta en algo similar, potente, muy bien recibido por una mayoría de ciudadanos. El Ejecutivo, además de gobernar, tiene que hacer una importante labor pedagógica y es en este sentido donde creo que deberíamos situar lo que ahora se pretende. Es mejor pedir colaboración que enfrentar a unos con otros, por supuesto. Que el presidente y los ministros nos expliquen que en una realidad compleja deberían todos y, en especial, los responsables políticos, ponerse de acuerdo a la hora de tomar decisiones, es algo positivo y no seré yo quien lo critique.

Esta palabra lleva unos años de moda en el ámbito de la Unión Europea, donde, por definición, es imprescindible que las instituciones comunitarias y las de los estados colaboren a la hora de decidir y de poner en marcha lo acordado. Se trata de gobernar en colaboración, en permanente contacto unos con otros, haciendo que la idea de acuerdos nos haga soñar con el ideal democrático, que el poder sea del pueblo, o sea, de todos. Esta idea cuasi confederal, que es la que se está imponiendo en la UE, parece ser el ideal para los estados compuestos, como lo son los federales o autonómicos, y ahí es donde entra España. ¿Seremos capaces de lograrlo? En la conferencia de Salamanca, que he citado al comienzo de este escrito, hemos llegado al ridículo de saber que en el interior de la reunión hubo un trato amable y casi acuerdos unánimes, pero fuera, ante los medios de comunicación, diferentes presidentes siguiendo instrucciones partidistas dijeron lo contrario. Parece ser que no quieren que los ciudadanos de su tierra piensen que ellos están en sintonía con el Gobierno de España. Y ahí está la clave, a lo peor esto de la cogobernanza no lo entendemos todos de la misma manera. Veamos un ejemplo: el lendakari, Iñigo Urkullu, hace un par de meses hizo una declaración bastante airada, dentro de su moderado modo de comportarse, diciendo que «el Gobierno de España pretende tomar una decisión, que es de su competencia, pero la ha hecho pública ya y no nos la ha notificado, lo que a mi me hubiese gustado, incluso querríamos haberla negociado». Unos meses antes, Josu Erkoreka, portavoz del Gobierno vasco, a la finalización de un consejo de gobierno manifestó: «no nos ha gustado nada la intervención del Gobierno de España entrando en una competencia que es exclusiva de Euskadi, por lo que estamos valorando ir a los tribunales». Viene a cuento recordar un chiste, muy malo, que se contaba en tiempos: «el comunismo consiste en que lo mío es mío y lo tuyo de todos». Así es como desde algunas comunidades autónomas entienden esto de la cogobernanza: sí a colaborar, a compartir decisiones, siempre que se trate de asuntos de competencia del Gobierno de España, nunca de las nuestras. Pero no solo los nacionalistas lo entienden así.

¿Qué podemos decir, bajo la óptica de la cogobernanza, de la negativa del Partido Popular a renovar importantes instituciones del Estado? Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Defensor del Pueblo, Tribunal de Cuentas, precisan de unas mayorías que Pablo Casado se niega a formar.

Es muy loable que el gobierno pretenda impulsar la cogobernanza, lo debemos aplaudir, pero antes tendríamos que garantizarnos la gobernanza, y eso exige que se introduzca la decencia en la actividad política. Se me ocurre una idea para avanzar en todo esto. Hay importantes empresarios que se inscriben en lo que podríamos llamar conservadurismo. Pues bien, ahí va mi petición: ¿no podrían ayudar en este camino de colaboración sentándose un par de horas con el señor Casado explicándole lo que significa decencia?