Los gritos de auxilio de las mujeres afganas han emocionado al alcalde de Zaragoza que mandó encender luces con los colores de la bandera de aquel país. Han tenido que pegarle empujones para que espabilara y pasara de los gestos a ponerse en contacto con el Gobierno de Aragón para poner a su disposición los recursos municipales y facilitar la acogida de las que puedan huir de los talibanes. No se esperaba menos de un alcalde que no hace mucho inauguró el Parque de las mujeres junto a la estación del Norte con mucha foto, como le gusta a él. Un parque que más bien es una avenida, en el que se puso una plaquita, ahora apedreada y deteriorada por las pedradas de algún gilipollas, (no encuentro otra palabra más apropiada y que sea publicable) y otra plaquita en el suelo, Zaragoza en memoria de las mujeres víctimas… y hasta ahí se puede leer porque las plantas la están ocultando irremediablemente y que quedará tapada para mayor regocijo de los socios que mantienen a Azcón en la alcaldía y de los que ya sabemos su alergia por el tema a la violencia de género. Una figura histórica de la importancia del Justicia de Aragón merece sin duda un monumento digno y está bien que el Ayuntamiento invierta en ese recordatorio que forma parte de la identidad de los aragoneses, pero digo yo que puestos a dedicar un parque a las mujeres, más de la mitad de la población, y a recordar a las que han sido víctimas de la violencia de género, merecería la pena un poquito más de esfuerzo. Y sobre todo, en coherencia con tan lumínica sensibilidad, invertir en los servicios sociales lo que sea necesario para que haya recursos que protejan a las mujeres en situación de riesgo o sean víctimas de la violencia de género, a las de aquí y a las que puedan llegar solas o con sus familias (ya sabemos que para el alcalde la familia es muy importante), desde la enorme chapuza de Afganistán.