Amores marcados en carmín sobre el mármol. En la fría caricia del romanticismo al divo caen aquellos que pierden sus pasos hacia la tumba de Oscar Wilde. Es Père-Lachaise una romería de curioso morbo por esos huesos inmortales. En la tumba de Jim Morrison nunca faltan porros y botellas vacías para una última juerga. Piaf, Molière, Callas, Pissarro, Balzac… venden mapas para no perderse ninguno en el tour parisino de la fama fúnebre.

España es diferente hasta en la muerte. Entierra a sus héroes con desaire. Con Quevedo hicieron un paripé en Madrid. A Goya le falta el cráneo. Machado dejó de hacer camino en Collioure. La sangre de Lorca alimenta verde un olivar de Granada. Si un país se define cómo guarda a sus artistas, la talla de España yace en una cuneta de vergüenza.

Esta semana se cumplieron 85 años del asesinato de Federico. A las cuatro de la madrugada. Por rojo y maricón. Esa fecha duele. Otra mata. 43 años tras su cobarde fusilamiento donde ningún gobierno electo ha sido capaz de localizar sus restos y otorgarles la paz y el homenaje que merece un poeta propiedad del mundo que pervive en sus palabras de libertad.

35. Esas serán las fosas que este año se abrirán en Aragón para rescatar de la ignominia a los que perdieron la Guerra y pierden la Democracia. Los datos elevan a más de 1.000 las fosas que hay en la región. Durarán poco esos abuelos de 90 años que esperan siendo niños llorando al padre que se llevaron en esa noche fría. Su última lucha no es de venganza, es de justicia por dejar esta tierra sin el peso de la pena eterna. Quien no tenga corazón para empatizar con esta causa ahoga su última gota de humanidad en su miseria de alma.

Hace no tanto caminaba por un monte donde unas piedras remarcan un círculo que fue trinchera. Allí quedaron unos pocos sabiendo que el ejército fascista llegaba arrasando. Aguantaron para que otros marcharan. Allí murieron y allí les enterraron. Nadie los reclama. Nadie sabe quiénes son. Porque muchas familias no conocieron dónde ni cómo cayeron sus hijos. Como Teresa Ballera, ribagorzana de Roda de Isábena, de la que nada sabían, fusilada en Mallorca y cuya historia fue rescatada gracias al documental Milicianas.

Miles y miles de relatos siguen en esas fosas. Como Lorca y como tantos anónimos que cayeron defendiendo unos ideales de democracia que no deben esfumarse en el tiempo pese a que no haya un nombre en su tumba ni nadie que les llore. Cerrar esa herida no avivará odios. Dejará paz y libertad. Que tanto necesitamos todos.